Las arterias endurecidas de un sistema moribundo

El dinero es la sangre vital del capitalismo. Cada vez más los banqueros lo mantienen encerrado en sus bóvedas y no saben qué hacer con él. Los banqueros ya se enfrentan con esa característica tan irracional del capitalismo, la “sobreproducción”, que para ellos significa que las empresas no están expandiéndose porque carecen de un mercado para más bienes y servicios, por lo que las empresas no están pidiendo dinero prestado y los banqueros se quedan con dinero en efectivo que simplemente se queda estancado sin poder cobrar intereses.

Mientras tanto, a los/as trabajadores/as, que han producido todo lo que tiene valor, cada vez les resulta más difícil reunir dinero suficiente para vivir.

En este momento los bancos europeos, principalmente aquellos que están avalados por capital alemán, están tratando de superar la crisis que afecta a todos los capitalistas, prestando dinero a los países “deudores” de la Unión Europea — especial­mente España, Portugal y Grecia—a la tasa de interés más alta que puedan conseguir.

Para asegurarse de que estos gobiernos puedan pagar ese interés, los banqueros han estado exigiendo recortes draconianos de cada servicio social necesario que los/as trabajadores/as han ganado a través de generaciones de lucha: pensiones, seguro por desempleo, cuidado de salud, educación, etc.

Estos recortes están llevando a la clase obrera, y a muchos/as de la clase media, a participar de muchas huelgas y protestas. Los banqueros ni siquiera escuchan las voces burguesas que advierten a su propia clase del peligro para esa misma clase, de no aliviar un poco las medidas drásticas.

Mientras exista el capitalismo, el capital fluirá hacia donde las ganancias sean mayores, creando un mundo dividido entre los/as que tienen y los/as que no tienen. Sin embargo, después de décadas de revolución científico-tecnológica, lo mismo que impulsa al capitalismo a la crisis — la alta productividad — sienta las bases para una rápida rectificación de estas divisiones mediante la redistribución de los productos excedentes a donde más se necesita.

En otras palabras, cuando la clase obrera rompa las garras que los capitalistas tienen sobre la sociedad y establece un sistema socialista, los banqueros en los países más ricos como Alemania, no podrán sangrar a los países más pobres de Europa como lo hacen ahora.

Además de las luchas masivas de los/as trabajadores/as sobre las cuáles hemos escrito otro artículo, unas 80.000 personas se reunieron el 30 de septiembre en París para protestar en contra de los recortes del gobierno y los aumentos de impuestos; y por toda Alemania el 29 de septiembre, unas 40.000 personas protestaron los recortes sociales y la creciente desigualdad social.

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