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Detrás del levantamiento indígena en Bolivia

Por Berta Joubert-Ceci

En la noche del 9 de junio, después de tres semanas de una revuelta masiva, el Presidente Carlos Mesa de Bolivia fue forzado a renunciar. Lo reemplazó el presidente de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez.

La incontenible fuerza de ira, orgullo y voluntad de la población indígena Aymara, Quechua y Guaraní de defender los recursos naturales de Bolivia, llevando a la capital sus banderas whipalas de liberación, han puesto al país en el centro de la efervescencia revolucionaria de América Latina.

Los pueblos indígenas junto a campesin@s y trabajador@s, han estado luchando valientemente en contra de las transnacionales de los Estados Unidos y de otras potencias. Por muchas décadas estas fuerzas extranjeras han estado robando los recursos naturales del país dejando a los pueblos indígenas en la miseria.

Su lucha es también en contra de su propia clase capitalista, la cual ha sido el agente de los monopolios extranjeros para subyugarles.

Con las dos principales demandas, la nacionalización de los hidrocarburos y el llamado a una Asamblea Constituyente—ell@s incrementaron las movilizaciones y huelgas hasta lograr la paralización del país.

Bolivia, con una población de 9 millones de personas, es el país más pobre de Sur América. Sin embargo, tiene una gran riqueza en gas natural. Bolivia es el segundo país con la mayor reserva de gas natural después de Venezuela.

En manos de compañías extranjeras como la Repsol, British Petroleum, Total, Enron, Shell, Petrobras y otros, esta riqueza natural no ha hecho nada para mejorar la calidad de vida de las masas.

La mortalidad infantil es muy alta: por cada 1.000 nacimientos, mueren 56 bebés. La mortalidad materna es de 550 por cada 100.000 partos vivos.

Cerca del 30% de la población sobrevive con menos de $1 al día. La pobreza y la exclusión social afectan más a la población indígena, quienes constituyen el 62% de la población.

La pobreza nace de los robos por los imperialistas de los recursos naturales por medio de las políticas neoliberales del mercado libre que fueron puestas en efecto en 1985 para “controlar” una súper inflación del 24.000%, y por las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y los requisitos del Banco Mundial. Durante este tiempo las corporaciones internacionales se adueñaron del gas natural de Bolivia.

Los tres partidos tradicionales—el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), la Acción Democrática Nacionalista (ADN) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), por décadas han compartido el poder poniendo lealmente estas exigencias políticas en acción para el detrimento de la gran mayoría de la población.

Esto ha creado un gran descontento y desconfianza de la clase dominante y sus partidos, entre los sectores más pobres de la sociedad.

Pero Bolivia también tiene una larga y magnífica historia de protesta política masiva. En 1952 una rebelión forzó la nacionalización de las minas y el derecho al sufragio universal. Más recientemente, la militancia de las masas impidió que el capital extranjero se apoderase de los recursos de agua.

En abril del 2000 brotó la “Guerra del Agua” en la ciudad de Cochabamba, al sureste de La Paz -que impidió que la empresa basada en los Estados Unidos, Bechtel Corp. privatizara el agua.

En enero de este año, residentes indígenas de El Alto, ciudad satélite de La Paz, llevaron a cabo protestas militantes que obligaron al gobierno del Presidente Mesa a terminar un contrato con la empresa francesa Lyonnaise des Eaux Co. Esta firma había estado operando en Bolivia desde 1997, bajo el nombre de “Aguas de Illimani”. Administraba el servicio de agua en El Alto, cobrando precios exorbitantes a l@s consumidores, negando por completo este crucial servicio a los vecindarios más pobres.

Hay que tener en cuenta que el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo liderado ambos por los EEUU, son socios comerciales de Aguas, y fuerza motriz de la ola de privatizaciones, no solamente de los servicios de agua, sino de todos los recursos naturales y servicios de Bolivia.

El levantamiento comienza en El Alto

La reciente revuelta es un paso adelante en la lucha popular.

Comenzó a mediados de mayo en la ciudad de El Alto. Luego la resistencia se extendió al resto del país.

El Alto está ubicado en el altiplano, a 4.000 metros más alto que el nivel del mar. Es una ciudad de rápido crecimiento con aproximadamente un millón de habitantes, la mayoría Aymaras rurales. El Alto queda arriba de La Paz, a sólo siete millas de distancia.

Esta topografía única presta efectividad a las protestas de El Alto, dado que rodea al Aeropuerto de La Paz, y la carretera principal que conecta La Paz con el resto del país pasa por el centro de El Alto.

El Alto se originó como un vecindario pobre suburbano donde trabajador@s desemplead@s se asentaban mientras buscaban empleo en la capital.

Muchos de ellos eran de los 25.000 mineros bolivianos que perdieron su trabajo en los años de 1980, cuando se cerraron las minas de estaño luego de que cayera precipitadamente el precio mundial del metal. Aymaras, y en un grado menor l@s Quechua, llegaron a la comunidad después de que se les quitaran sus fincas pequeñas.

Trajeron consigo sus tradiciones y sus fuertes habilidades organizativas. Y comparten una experiencia común: Son tod@s victimas de la política neoliberal de Washington, implementada por el FMI con la ayuda de la burguesía local.

Ahora El Alto es 90% indígena. Según el Centro de Estudios Laborales y de Desarrollo Rural en La Paz, un 60% de l@s alteños vive por debajo del nivel de pobreza. De ellos, un 50 por ciento sobrevive bajo condiciones indigentes.

Sólo un 30% de los hogares tiene alcantarillado básico. Los servicios de educación y salud son muy pobres.

Fuertes comités bien organizados son la columna vertebral de la Federación de Juntas Vecinales, FEJUVE. Esta es una de las dos organizaciones principales de El Alto que han jugado un papel importante en las movilizaciones.

FEJUVE está encabezada por Abel Mamani, pero las bases son decisivas. FEJUVE y la Central Obrera Regional, COR, que tiene como secretario ejecutivo a Edgar Patana, conforman la base de un comité coordinador que moviliza las masas.

Estas organizaciones fueron la fuerza impulsora de los recientes bloqueos de ruta y la toma simbólica de plantas de gas en El Alto.

En el 2003 iniciaron y se volvieron el centro de protestas, con gritos de “¡El Alto en pie, nunca de rodillas!” y “¡Guerra civil ya!”

Esta fue la “Guerra del Gas” para defender esa reserva e impedir su venta al Norte. La rebelión forzó la renuncia en el 2003 del entonces presidente Sánchez de Lozada, un estrecho aliado de los EEUU quien escapó a los EEUU después de desatar una ola de represión con la policía y los militares en el intento de suprimir las protestas.

Esa represión mató 80 personas e hirió a 400, muchas de ellas alteñas. Ese “Octubre Negro” todavía resuena en la memoria del pueblo. Una de las demandas actuales es la de procesar al ex presidente. Sánchez de Lozada todavía anda suelto en el santuario de terroristas que es hoy EEUU.

Muchas otras organizaciones en Bolivia conforman la resistencia junto a FEJUVE y la COR. Todavía no hay unidad política general y algunas de sus demandas específicas a veces parecen contradictorias. Sin embargo, la gran mayoría comparte una resistencia al neoliberalismo y están listos a tomar acción hasta en las circunstancias más difíciles.

Todas estuvieron presionando tres demandas principales: nacionalización de los hidrocarburos; la Asamblea Constitu yente; y el enjuiciamiento a Sánchez de Lozada y luego, que renunciaran Mesa, el neoliberal presidente del Senado Hor mando Vaca Diez, y Mario Cossío, el presidente de la Cámara de Diputados.

Acciones combinadas forzaron la renuncia de Mesa

Las acciones nacionales combinadas de todos los grupos de oposición paralizaron al país, forzaron la salida de Mesa, e impidieron la sucesión presidencial constitucional, que hubiera sido el presidente del Senado seguido por el presidente de la Cámara de Diputados. Esos puestos estaban ocupados por los impopulares Vaca Diez y Cossío quienes participaron en el programa neoliberal implementado por Sánchez de Lozada. El nuevo presidente, Eduardo Rodríguez, es el presidente de la Corte Suprema de Justicia, y como tal, la única persona que constitucionalmente puede convocar a elecciones tempranas.

Otras fuerzas en la revuelta incluyen al diputado Aymara Evo Morales y su organización, Movimiento al Socialismo, MAS, que tiene la segunda representación más grande en el Congreso después de los partidos tradicionales.

Morales, un cultivador de coca, es muy conocido por la batalla de su organización contra la erradicación de la coca en la región del Chapare, especialmente por parte del Plan de Washington, Plan Colombia. El gobierno de los EEUU se ha opuesto fuertemente a Morales y le han acusado falsamente de recibir financiamiento del presidente venezolano Hugo Chávez.

Los mineros militantes, que formaron la base de la Central Obrera Boliviana, COB, son los que encendían las cápsulas de dinamita durante las protestas. Grupos indígenas y de campesin@s de las regiones amazónicas del este de Bolivia también fueron cruciales en la lucha.

Santa Cruz: tierra de la oligarquía

Esta región oriental de Bolivia es muy rica en hidrocarburos. Es también la casa de la oligarquía, la población minoritaria de blancos racistas.

Los residentes del departamento de Santa Cruz lanzaron un movimiento secesionista con la demanda de autonomía, la cuál fue apoyada por la embajada estadounidense y las compañías transnacionales de petróleo, y por Vaca Diez, quien también es de esta región.

Las masas rebeldes se opusieron fuertemente a la secesión. Vieron esta maniobra como un intento de oposición a la lucha militante por la nacionalización, y para robar los recursos naturales del país. El primero de junio, una manifestación de indígenas, campesin@s y trabajador@s de la región que expresaban las demandas nacionales, fue insultada y atacada brutalmente por un grupo paramilitar racista, la Unión Juvenil Cruceñista.

Después de tres semanas, la protesta que al principio había empezado en El Alto se convirtió en una huelga general por todo el país. Paralizó el Congreso, el aero puerto, los servicios, el transporte, los pequeños mercados—y al final, detuvo totalmente el país.

La huelga bloqueó completamente a La Paz. No permitió que entraran provisiones de gas o petróleo.

Así empezó una escasez de alimentos, no sólo en la capital sino también en El Alto.

En los días finales de la huelga, las deliberaciones del Congreso, tratando de debatir la renuncia de Mesa, tuvieron que ser trasladadas a Sucre, capital constitucional al sureste de La Paz, supuestamente una ciudad tranquila libre de protestas.

Muerte de un minero
amplía la rebelión

El 9 de junio, Mundo Obrero habló con el escritor y periodista boliviano de medios alternativos, Alex Contreras, quien se encon traba en Sucre. Con voz entrecortada luego de correr a causa de los gases lacrimógenos, dijo “Hoy en Sucre se venían a reunir los parlamentarios para tratar la sucesión presidencial, pero a las dos y media esta tarde se produjeron enfrentamientos donde se ha producido la muerte de un trabajador minero de 52 años. Él era uno de los mineros que venían a Sucre para impedir que sea elegido Vaca Diez como presidente, lo que ha ocasionado que todos los sectores populares se radicalicen y están prácticamente queriendo tomar la plaza de Sucre, la Plaza 25 de Mayo, donde se encuentran reunidos los parlamentarios.”

Contreras describió cómo los manifestantes habían entrado por miles desde zonas rurales cuando oyeron la noticia de la muerte del minero: “Había contingentes de policía y de militares en los caminos, el aeropuerto y especialmente en la Plaza 25 de mayo donde estuvieron cientos si no miles de bolivianos y bolivianas en las calles. Hay un enfrenta miento con la policía . . .”

En este punto, con sonidos de balas y estallidos de dinamita en el trasfondo, se rompió la conexión telefónica. Mundo Obrero pudo comunicarse con Contreras más tarde y cerciorarse de que no fue lesionado.

Estos acontecimientos hicieron que el Congreso aprobara unánimemente la renuncia de Mesa. Más importante aún, los sucesores a la presidencia, Vaca Diez y Cossío, decidieron renunciar a la sucesión.

Cuando Mesa llegó a la presidencia en el 2003, debía haber llevado a cabo la “Agenda de Octubre”, la nacionalización, la cuál de hecho hubiese sido un intento de desarrollar la industria de hidrocarburos para el beneficio del pueblo en vez de beneficiar a las compañías transnacionales. Él también debía haber convocado una asamblea constituyente donde el pueblo hubiese podido elegir y planear libremente el futuro de su país.

Mesa no cumplió con estas promesas. Vaciló cuando fue confrontado poco después de aceptar la presidencia, por el Congreso mayoritariamente neoliberal y por la oligarquía racista y pro-estadounidense que teme y odia a la misma vez, a la población indígena.

En marzo, una débil ley de hidrocarburos fue por fin aprobada. Aumentó los impuestos a las compañías extranjeras en un 32%, sobre el impuesto previo del 18%. Pero no era suficiente para satisfacer las demandas del pueblo.

Según los críticos de la ley, beneficiaba a las compañías a expensas de las masas bolivianas. Ahora la demanda es por la nacionalización total y el desarrollo de los hidrocarburos para el beneficio de la mayoría pobre.

La lucha continúa

Después de que fue investido Rodríguez como presidente, no todos los bloqueos fueron levantados. El combativo pueblo del Alto prometió seguir luchando hasta que sea lograda la nacionalización.

El nuevo presidente se reunió con los líderes de El Alto por horas, hasta que llegaron a un acuerdo. Las organizaciones otorgaron al nuevo gobierno una tregua corta pero vigilante.

Abel Mamani anunció la formación de una comisión conjunta de representantes del gobierno y de las organizaciones soci ales del Alto para asegurar que la nacionalización, la Asamblea Consti tu yente, y la llamada a elecciones generales sean incluidas en la agenda del Congreso Nacional.

La rebelión en Bolivia no ha terminado. Sólo hay una tregua temporal. Aún l@s combativ@s residentes del Alto estaban pidiendo a sus líderes permitir una tregua para reaprovisionar sus escasos suministros de alimentos y poder así dar de comer a sus hijos.

Pero ell@s no tienen ninguna ilusión sobre Rodríguez o los partidos tradicion ales. Ell@s se enfrentan a su burguesía y al imperialismo estadounidense.

Mientras tanto, Washington y las compañías estadounidenses trabajan sin parar con sus aliados, internacionalmente y dentro mismo de Bolivia.

Recientemente fue reportado que los Estados Unidos y Bretaña están “perdonando” la deuda a 18 de los países más pobres del mundo, entre ellos Bolivia. ¿Creen ellos que esto es suficiente para calmar a las masas combativas allá? ¿Se irán las compañías estadounidenses? ¿Pagarán reparaciones al pueblo?

¿O quieren una situación “estable” para que las compañías transnacionales puedan aprovecharse de las ganancias de los recursos naturales de Bolivia sin ningún obstáculo?

El imperialismo siempre desestima los movimientos del pueblo. La cuestión ahora en Bolivia es cómo pueden llegar al poder l@s indígenas, trabajador@s, y campesin@s. Según Contreras, hay intentos de formar un Comité Unitario de Movilizaciones entre todas las organizaciones. También le informó a Mundo Obrero que la FEJUVE y la COR del Alto “han decidido conformar con la Fede ra ción Única de Campesinos de La Paz que está conformada por campesinos Ay maras, una Asamblea Popular del Pueblo Indígena y Obrero—y han declarado la ciudad del Alto como la capital de la Revolución Boliviana del siglo XXI.”


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