Testigos desde el Líbano
La reconstrucción comienza entre las ruinas
Por Sara
Flounders
Sara Flounders, del
Centro de Acción Internacional, fue parte de una delegación
investigadora de los hechos sucedidos en el Líbano, organizada por la
Campaña por la Responsabilidad, que viajó a ese país del 11
al 17 de septiembre. Además de Flounders la delegación
incluyó a Samia Halaby, artista palestina de la organización
‘Defend Palestine-New York’; y Leilani Dowell de la
organización ‘Fight
Imperialism Stand Together
(FIST)’.
En cada pueblo
del sur del Líbano se podían ver en las ventanas de las tiendas,
en postes y en edificios, rótulos que ilustraban gráficamente las
diferentes formas y tamaños de las bombas racimo. Cintas rojas y letreros
puestos por los campos y alrededor de las casas advertían la presencia de
estas bombas. Los edificios que tenían “M42 Cluster” pintado
en sus paredes mantenían alejada a la
gente.
En su edición del 13 de
septiembre el periódico israelí Haaretz reportó los
comentarios de un comandante del ejército israelita, diciendo “Lo
que hicimos fue una locura y monstruoso, cubrimos villas enteras con estas
bombas.” Él dijo que “el ejército dejó caer
más de 1,2 millones de bombas,” más de 10 veces las 100.000
reportadas anteriormente.
Los 1,2
millones de bombas incluían solo aquellas tiradas por el Sistema de
Lanzamiento Múltiple. El periódico Haaretz reportó que
otras bombas fueron disparadas con morteros de 115mm o lanzadas desde el
aire.
La ONU descubrió que Israel
dejó caer el 90% de todas estas bombas que usó en el Líbano
en los tres días antes del cese al fuego, o sea, después de que el
cese al fuego había sido
negociado.
Con los campos, los caminos y
los centros de los pueblos forrados con estas bombas, se hace mucho más
difícil la intensa labor de limpieza y de reconstrucción que ya ha
comenzado.
Aún los pueblos que no
sufrieron daño extenso, su vida fue destruida. Una visita al pueblo de
Houla, a menos de 650 pies de la frontera israelita, confirmó el amplio y
sistemático daño. A Houla frecuentemente se le conoce como el
Moscú del Líbano. Tiene un gobierno electo del Partido Comunista.
El alcalde Qasin, explicó cómo las cenizas creadas por las bombas
han cubierto las cosechas y destruido los vegetales, el tabaco, los bananos y
las naranjas.
Las cosechas de Houla son
muy peligrosas de recoger. La región cuenta con la agricultura para su
ingreso debido a que décadas de continua ocupación e invasiones
israelitas han hecho inservible la infraestructura y limitado toda
inversión industrial.
Cuando se
le preguntó al alcalde Qasin, cómo la guerra ha impactado al
pueblo de 15.000 habitantes, él respondió:
“¿Cuál guerra? ¿Ustedes quieren decir los ataques de
1948, donde perdimos a 90 jóvenes, o los ataques de 1956 o de1968 o de
1978 o del 1982? ¿O quizás querrán decir los ataques en 1986
o 1996 o del 2000. ¿O quieren decir solo este
año?”
La prisión es ahora un
museo
Los bombardeos de Israel
destruyeron casi totalmente la ciudad de Al-Khiam, que tiene una
población de 30.000 habitantes, sentada en una alta cordillera que tiene
una magnífica vista de toda la región. Desde la cima de las
colinas uno puede ver los asentamientos israelitas en la Palestina ocupada, las
granjas Shaba todavía ocupadas, y el Golán todavía ocupado
y a Siria. De las 4.800 casas en Al-Khiam, 1.000 fueron totalmente destruidas y
3.000 dañadas casi irreparablemente, junto a cuatro de sus cinco
escuelas, dos mezquitas y dos iglesias. Hizbolá ha prometido
reconstruirlo todo.
Arriba de Al-Khiam
hay un edificio que fue una vez una prisión israelita. Un centro de
tortura muy conocido que fue controlado por un ejército de colaboradores
conocido como el Ejército Sureño Libanés. Este centro
encerraba a héroes de la resistencia antes de que la resistencia libanesa
expulsara a Israel de su territorio en el año
2000.
Después de esa
liberación, Hizbolá convirtió esa prisión en museo.
Artistas llegaron desde muchas partes del mundo para pintar obras en las
minúsculas celdas donde los prisioneros eran detenidos en confinamiento
solitario. Había exhibiciones que demostraban dónde los
prisioneros habían sido torturados. En julio de 2006, uno de los
primeros actos de Israel en la invasión fue destruir esa prisión
convertida en museo. Entonces la Fuerza Aérea de Israel bombardeó
al pueblo por días.
Un residente
del lugar nos dijo que a pesar del intenso bombardeo, un pequeño grupo de
combatientes de Hizbolá siguió lanzando cohetes Katyusha desde los
altos de la prisión hacia blancos israelíes por más de dos
semanas. Esta fue la primera vez que una fuerza de resistencia
libanés pudo contraatacar desde Al-Khiam contra blancos israelíes
en la propia Israel.
Bint Jbeil: momento crucial para la resistencia
La ciudad de Bint Jbeil es el
centro urbano principal del sur de Líbano. Tenía una
población de 45.000 antes de que la guerra israelita comenzara el 12 de
julio. La ciudad fue escena de unos de los combates más fuertes entre el
ejército israelí y los militantes de Hizbolá.
A la entrada de la ciudad hay un
letrero que dice, “Bint Jbeil, Capital de la Liberación”.
Bint Jbeil resistió días de bombardeos aéreos y un
estado de sitio que duró un mes y dejó la mayoría del
pueblo en ruinas. Hizbolá luchó por 28 días en los
escombros de la ciudad sin ceder ni una pulgada de terreno. La
determinación de los luchadores convirtió a la invasión
israelí en una contundente derrota.
En Bint Jbeil el 26 de julio,
Israel sufrió las bajas más grandes ocurridas en un solo
día. En una audaz emboscada a pleno día, la resistencia
mató a nueve miembros de la Brigada elite Golani, hirieron a muchos
más, destruyeron un tanque Merkava y un transporte militar acorazado, e
impidieron el avance del ejército israelí hacia la ciudad.
Las noticias de las bajas
israelíes en esta pequeña ciudad del Líbano dejaron
atónito al público israelí, que esperaba reportes
triunfantes del frente. El alto mando militar de Israel quedó en
total confusión como
resultado.
Las tácticas audaces y
las armas de la milicia guerrillera, en particular los cohetes antitanques,
tomaron por sorpresa a Israel. Había combates en las calles, cuadra
por cuadra. Según el Semanario Janes, una revista que reporta sobre
equipos y tácticas militares, la resistencia combatió mano a mano.
Una docena de disciplinados combatientes de Hizbolá, mantuvo su
posición a pesar de los bombardeos y la artillería
aérea.
Bin Jbeil es ahora un
territorio lleno de escombros y ruinas bombardeadas donde la mayoría de
los edificios están inhabitables.
Visitamos el hospital en Bint Jbeil y
nos reunimos con el director, Dr. Fouad Taha. Él describió
el bombardeo de la sala de cirugía, los generadores y el sistema de
distribución eléctrica. El equipo médico siguió
trabajando a la luz de velas y sin agua corriente. Dijo que trabajó
por días sin poder ducharse. Pero las enormes dificultades valieron la
pena, dijo, porque últimamente la fuerza invasora fue forzada a
retirarse.
El hospital, aunque
todavía severamente dañado, estaba funcionando de nuevo. Los
generadores ahora están ubicados en tiendas de campaña, al igual
que la sala de cirugía. Frente a las tiendas yace un cohete sin estallar
en un campo acordonado debido a la presencia de bombas racimo. Frente al
hospital hay un tanque israelí destrozado, abandonado durante la
rápida retirada de hace seis años, que ahora es un monumento a la
resistencia.
En la calle principal, los
pequeños comerciantes buscaban en los escombras para salvar lo que
quedara de su mercancía. Una pequeña zapatería
tenía el nombre de “Zapatos de Queens”, porque el
dueño tuvo anteriormente una zapatería en el condado de Queens en
la ciudad de Nueva York.
En los
escombros de cada casa la gente ha pintado los números de la
dirección en la calle con códigos describiendo si hay la
posibilidad de reparar la casa o por lo contrario, hay que despejar las ruinas.
Esto nos recordó las zonas de casas arruinadas en Nueva
Orleáns. Pero aquí en Bint Jbeil, con el apoyo social de las
organizaciones de resistencia, centenares de personas estuvieron laboriosamente
sacando los escombros y tomando los primeros pasos hacia la
reconstrucción.
En el pueblo
pequeño de Aaitaroun, cerca de la frontera con Israel, una mujer
describió la noche que el ejército israelí apareció
en tanques, vehículos blindados, y máquinas excavadoras blindadas
para nivelar el pueblo. Ella señaló orgullosamente la cumbre de la
colina donde guerrilleros locales los emboscaron, deteniéndolos antes de
que pudieran llegar al pueblo. Como muchas otras, esta joven se había
quedado en el pueblo para ayudar a la resistencia cuando muchas otras fueron
evacuadas.
Nos dirigimos al norte, donde
a veces la frontera con Israel estaba a una distancia de no más de 20
pies de donde estábamos. A lo largo de los caminos había letreros,
dibujos y ofrendas a los mártires de la resistencia de 1982 -
2000.
Las plazas de cada pueblo, no
importara cuánta destrucción habían padecido, estaban
cubierta de las banderas y estandartes amarillos de Hizbolá y a veces de
Amal, otra organización de resistencia. Las consignas políticas
estaban por todos lados — en árabe y en inglés. Aún
en pueblos muy pequeños, al frente de la peor destrucción,
había un letrero gigante que leía: “Hecho en los Estados
Unidos”.
Generadores de emergencia
y tanques de agua potable proveen servicios básicos a muchos pueblos en
el sur.
La reconstrucción necesita
organización
A través
del Líbano los trabajadores han reparado caminos, han despejado la basura
de las carreteras principales y de nuevo han marcado las calles. Los
desvíos alrededor de los puentes y carreteras elevadas bombardeadas hacen
que el tránsito se mueva lentamente. Pero se
mueve.
Al regresar, cuando
pasábamos por el aeropuerto de Beirut, vimos cientos de camiones
volcadores en fila llenos con escombros de concreto en camino al vertedero. El
director de esa operación nos dijo que 1.000 camiones al día,
más de un camión por minuto, llegaban al vertedero. El día
después que se acabó la guerra, el trabajo comenzó y los
camiones empezaron a llegar. Habían estado trabajando las veinticuatro
horas al día por 34 días. Todo el trabajo fue organizado y pagado
por Hizbolá, dijo
él.
Todos los camiones
venían de una gran operación de limpieza en Dihye en la zona
sureña de Beirut. Como Israel consideró que todo el barrio de
Haret Hreik apoyaba totalmente a Hizbolá, su fuerza aérea
bombardeó el distrito entero dejándolo en ruinas. Bloque tras
bloque, los edificios de apartamentos fueron destruidos, también las
escuelas, las mezquitas y las tiendas que sostenían la
zona.
Regresamos de nuevo a este barrio,
el cuál habíamos visitado en nuestro primer día en el
Líbano. Este fue el barrio donde, justo días después de
nuestra partida, Hizbolá celebró una gran asamblea con la
presencia de un millón de personas en el espacio de 37 acres que ya se
había despejado.
En el centro de
Beirut los puentes y los pasos elevados todavía no estaban reparados. Se
habían abierto caminos y la reconstrucción ya está en
marcha. La movilización para la reconstrucción ha engendrado un
orgullo enorme y una gran determinación. En cada sitio donde preguntamos
quiénes habían organizado la limpieza o la remoción de
toneladas de pedazos de concreto y de vigas, la gente respondía que fue
Hizbolá.
Cuando íbamos
hacia el aeropuerto en nuestro último día, nuestro chofer de taxi
nos indicó los principales pasos elevados en el camino al aeropuerto que
habían sido destruidos. También nos expresó su miedo a que
las fuerzas corruptas que han colaborado con Israel en el pasado y que quieren
que los Estados Unidos ganen pie en el Líbano, puedan tratar de incitar
una guerra civil.
Este hombre, un
cristiano, describió cómo su familia había abierto su casa
a una familia chiíta del sur de Beirut. Habló conmovedoramente del
sentimiento en todo el Líbano de propulsar la unidad y de la nueva
determinación de no permitir que las antiguas diferencias religiosas
dividan de nuevo al Líbano.
Para
más reportes y fotos, vaya a www.PeopleJudgeBush.org
y www.iacenter.org
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