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Tras el asesinato del líder de las FARC

La lucha continúa en Colombia

Alfonso Cano, jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército Popular (FARC-EP) fue muerto en combate el 4 de noviembre por el ejército colombiano en Cauca, región al suroeste del país. Durante varias horas ese día, decenas de helicópteros y aviones rodearon esta zona rural hogar de familias campesinas, y comenzaron a bombardear, destruyendo el lugar donde estaba el líder de las FARC.

La compañera de Cano, Patricia González y otro guerrillero responsable de las comunicaciones también fueron asesinados.

Según un video de Caracol Noticias, los militares habían estado siguiendo a Cano durante más de cinco años con la ayuda de Estados Unidos y tenían tropas infiltradas en la comunidad, además de interceptar llamadas de los/as compañeros/as más cercanos a Cano en un esfuerzo por rastrearlo.

TeleSUR tuvo una amplia cobertura de la masacre, informando que campesinos, algunos de cuyos hogares fueron bombardeados, estaban tratando de huir de los bombardeos que continuaron después de la muerte de Cano.

Alfonso Cano, comunista y líder de las FARC

Cano era el líder de las FARC, habiendo reemplazado al fundador de las FARC Manuel Marulanda en 2008 cuando este legendario guerrillero murió de causas naturales en la selva que lo albergó y donde luchó durante la mayor parte de su vida. En su juventud, Cano había estudiado derecho y antropología en la Universidad Nacional. Fue un militante del Partido Comunista Colombiano antes de unirse a las FARC.

Cano era uno de los fundadores del partido electoral Unión Patriótica (UP) en la década de 1980 cuando las FARC intentaron participar políticamente en la arena electoral durante una tregua en la guerra de guerrillas. Aunque la UP obtuvo muchas victorias políticas en las elecciones de 1986, los escuadrones de la muerte del estado colombiano asesinaron a más de 4.000 de sus miembros en los años siguientes, por lo que las FARC reanudaron la lucha guerrillera.

Bajo el liderazgo de Cano, las FARC reorientaron su estrategia para responder a los nuevos y feroces ataques contrainsurgentes promovidos por el Plan Colombia de Washington. Esto les recuperó terreno durante el período entre 2009 y 2011.

Muchos artículos e informes, incluyendo una declaración de la valiente ex senadora colombiana y activista por la paz, Piedad Córdoba, califican el asesinato de Cano como un serio golpe para el proceso de paz en ese atribulado país. El liderazgo de Cano ayudó a lograr la liberación de numerosas personas que el ejército guerrillero había retenido, con la esperanza de ganar la liberación de los muchos/as miembros de las FARC en cárceles de Colombia y Estados Unidos y una eventual negociación de paz que pondría fin al sufrimiento del pueblo colombiano.

El presidente colombiano Juan Manuel Santos, a quien los medios de comunicación han presentado como una figura más “moderada” en comparación con su predecesor paramilitar, Álvaro Uribe, es parte de la oligarquía y una figura guerrerista. Santos fue Ministro de Defensa de Uribe y como tal dirigió la masacre en Sucumbíos, en la frontera de Ecuador en el 2008 que mató al líder de las FARC Raúl Reyes, a otros miembros de las FARC, y a cuatro estudiantes mexicanos que visitaban el campamento para un estudio de investigación.

Bajo su ministerio fue iniciado el fraude de los “falsos positivos”. Los cuerpos de jóvenes mayormente, asesinados por el ejército eran luego vestidos como guerrilleros. El régimen de entonces afirmaba que los militares habían matado a “guerrilleros en combate”. Crímenes que aún permanecen impunes.

Santos afirma que trabaja por la paz. Pero en lugar de entablar negociaciones con las fuerzas insurgentes de las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), él declara que “acabando la cabeza, termina el monstruo”. Así pretende poner fin al conflicto armado, asesinando a los líderes insurgentes.

Las FARC-EP continúan su lucha

Santos ha calculado mal la profundidad de las FARC. Ya han sido asesinados varios líderes de las FARC, Reyes, Iván Ríos, Jorge Briceño (el Mono Jojoy) y el histórico líder Marulanda, quien murió por causas naturales, y sin embargo, la lucha guerrillera ha continuado con otros líderes que asumieron la dirección. No hay ninguna razón para creer que esta vez sería diferente.

Las fuerzas beligerantes revolucionarias nacen fruto de las condiciones de extrema desigualdad e injusticia. No son terroristas, aisladas del pueblo; sino que se mantienen por las aspiraciones de un pueblo a ser libre y desarrollar su propio destino. Y como tal, tienen eco en los sectores más pobres de la nación.

En un artículo de José Antonio Gutiérrez el 14 de octubre, titulado “Santos: luz verde para la guerra sucia en Colombia”, el autor explica que los terratenientes ricos tienen intereses creados en mantener viva la guerra contra la insurgencia. Utilizan a los paramilitares para aterrorizar a las comunidades a fin de reforzar su control sobre la tierra cuando los residentes huyen del terror de los paramilitares.

Gutiérrez cita un informe de la Corporación Nuevo Arco Iris (CNAI), una organización no gubernamental liderada por León Valencia, quien dice Gutiérrez que es cercano a Santos. Valencia incluso admite que “Paradójicamente, el que garantiza la propiedad a campesinos y colonos es un grupo armado ilegal –las FARC- y no el Estado”. (http://anarkismo.net)

Las FARC siguen reclutando. Están armadas. Conocen la selva. Si quisieran, podrían “escapar” y desmovilizarse como Santos ha demandado. Pero no lo han hecho. De hecho, su declaración pública tras la muerte de Cano fue: “No será esta la primera vez que los oprimidos y explotados de Colombia lloran a uno de sus grandes dirigentes. Ni tampoco la primera en que lo reemplazarán con el coraje y la convicción absoluta en la victoria. La paz en Colombia no nacerá de ninguna desmovilización guerrillera, sino de la abolición definitiva de las causas que dan nacimiento al alzamiento. Hay una política trazada y esa es la que se continuará”. (http://www.abpnoticias.com)

Ahora que el gobierno de Estados Unidos ha firmado el Acuerdo de Libre Comercio a pesar de los terribles abusos de los derechos humanos en Colombia, incluido el asesinato de dirigentes sindicales y activistas sociales, es probable que la pobreza y la desigualdad extrema sólo vayan a aumentar. Movilizaciones de dirigentes sindicales y activistas sociales, indígenas y estudiantiles ya están haciendo titulares con un nuevo resurgimiento del activismo social.

La resistencia armada es un reflejo y forma parte de todo el movimiento que intenta formar una nueva realidad en beneficio de las masas colombianas, cada uno con sus propias formas de lucha, armados y desarmados, pero todos hacia el mismo objetivo: la paz y la justicia social y económica.

¡Compañero Alfonso Cano, ¡Presente!


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