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El Pentágono y la mano de obra esclava en las cárceles de EE.UU.

Prisioneros que ganan 23 centavos la hora en las cárceles federales de EE.UU. están fabricando componentes electrónicos de alta tecnología para los misiles Patriot Advanced Capability 3, lanzadores de misiles TOW (sofisticados misiles anti-tanque dirigidos por cable y con seguimiento óptico) y otros sistemas de misiles guiados. Merece la pena leer un artículo escrito por el periodista e investigador financiero Justin Rohrlich del World in Review para entender las implicaciones de este siniestro hecho. (Minyanville.com)

El creciente uso de las industrias de la prisión, que pagan salarios de esclavitud, como una forma de aumentar las ganancias de las gigantescas corporaciones militares, es un ataque frontal a los derechos de todos/as los/as trabajadores/as.

El trabajo penitenciario — sin protección sindical, ni pago por horas extras, sin días de vacaciones ni pensiones, beneficios de salud o Seguro Social — también fabrica componentes complejos para los aviones de combate F-15 de la McDonnell Douglas/Boeing, los F-16 de la General Dynamics/Lockheed Martin y los helicópteros Cobra de la Bell/Textron. El trabajo penitenciario produce gafas de visión nocturna, chalecos antibalas, uniformes de camuflaje, equipos de radio y comunicación, y sistemas de iluminación y componentes para cañones antiaéreos de 30 mm a 300 mm, además de rastreadores de minas terrestres y equipos electro-ópticos para el telémetro láser del vehículo Bradley de combate de la BAE Systems. Los prisioneros reciclan equipos electrónicos tóxicos y reconstruyen vehículos militares.

El trabajo en las cárceles federales es contratado por UNICOR, anteriormente conocida como Federal Prison Industries, (Industrias de Prisiones Federales) una corporación cuasi-pública, con fines de lucro dirigida por la Oficina de Prisiones. En 14 fábricas de prisiones, más de 3.000 prisioneros fabrican equipos electrónicos para la comunicación por tierra, mar y aire. UNICOR es ahora el trigésimo noveno mayor contratista del gobierno de EE.UU., con 110 fábricas en 79 centros penitenciarios federales.

La mayoría de los productos y servicios de UNICOR son contratados por órdenes del Departamento de Defensa. Gigantes multinacionales compran partes ensambladas en lugares donde la tasa de los salarios es de las más bajas del mundo, para luego revender el armamento final recibiendo una de las tasas más altas de ganancias. Por ejemplo, Lockheed Martin y Raytheon Corporation subcontratan componentes, luego los ensamblan y venden los sistemas de armamento avanzado al Pentágono.

Aumento en ganancias y lugares de trabajo insalubres

Sin embargo, el Pentágono no es el único comprador. Las corporaciones de EE.UU. son los traficantes más grandes de armas del mundo, mientras las armas y los aviones de guerra son los productos de mayor exportación de EE.UU. El Departamento de Estado, el Departamento de Defensa y los diplomáticos estadounidenses presionan a los miembros de la OTAN y a los países dependientes para que gasten miles de millones de dólares en compras de armas que generan mayores ganancias corporativas, dejando a menudo a muchos países sumidos en una enorme deuda.

Pero el hecho de que el estado capitalista haya encontrado otra forma más para drásticamente reducir los salarios de los/as trabajadores/as sindicalizados/as y garantizar aún mayores ganancias a las empresas militares, cuyas armas producen tantos estragos en el mundo, es un hecho ominoso.

De acuerdo con CNN Money, la altamente calificada y bien remunerada “fuerza laboral en la industria aeroespacial se ha reducido en un 40 por ciento en los últimos 20 años. Como muchas otras industrias, el sector de defensa ha ido subcontratando calladamente la producción (y los puestos de trabajo) a mercados laborales más baratos en el exterior”. (24 de febrero) Parece que con el trabajo en las prisiones, estos puestos de trabajo son también subcontratos internamente.

Mientras tanto, los dividendos y las opciones que reciben un puñado de accionistas principales y los paquetes de compensación de los ejecutivos de las corporaciones militares superan el total del pago de los salarios a los más de 23.000 trabajadores/as encarcelados/as que producen las piezas para UNICOR.

El trabajo de la prisión es a menudo peligroso, tóxico y desprotegido. En la FCC Victorville, una prisión federal ubicada en una antigua base aérea estadounidense, los presos limpian, revisan y vuelven a montar tanques y vehículos militares regresados del combate y cubiertos de municiones tóxicas, polvo de uranio reducido, y otros productos químicos.

Una demanda federal por las prisioneras, sus familiares y los/as trabajadores/as del servicio de alimentos en la FCI Marianna, una cárcel de mujeres de seguridad mínima en Florida, señaló que el polvo tóxico que contiene plomo, cadmio, mercurio y arsénico envenenó a quienes trabajaron en la fábrica de reciclaje electrónico y de computadoras de UNICOR.

Las prisioneras trabajaban allí cubiertas de polvo, sin equipo de seguridad, ni protectores, ni filtración de aire o mascarillas. La demanda explicó que el polvo tóxico causó graves daños al sistema nervioso y reproductivo, daño pulmonar, enfermedad ósea, insuficiencia renal, coágulos de sangre, cánceres, ansiedad, dolores de cabeza, fatiga, lapsos de memoria, lesiones de la piel y problemas circulatorios y respiratorios. Esta es una de ocho instalaciones de reciclaje en prisiones federales que emplea 1.200 prisioneros/as administradas por UNICOR.

Después de años de quejas, la Oficina del Departamento de Justicia del Inspector General y el Servicio de Salud Ocupacional Federal estuvieron de acuerdo en octubre de 2008 declarando que UNICOR ha puesto en peligro la vida y la seguridad de un número incalculable de prisioneros/as y personal. (Prison Legal News, 17 de febrero de 2009)

Racismo y prisiones de EE.UU.

Estados Unidos encarcela más personas per cápita que cualquier otro país del mundo. Con menos del 5% de la población mundial, Estados Unidos encarcela más del 25 por ciento de todas las personas encarceladas en el mundo.

Hay más de 2,3 millones de prisioneros/as en prisiones federales, estatales y locales en EE.UU. El doble de esa cifra está bajo libertad condicional o en probatoria. Decenas de miles de otros/as prisioneros/as incluyen inmigrantes sin documentos que están enfrentando deportación, prisioneros/as que están esperando ser sentenciados/as, y delincuentes jóvenes en categorías consideradas como detención o reformatorios.

El racismo que prevalece en cada aspecto de la vida en la sociedad capitalista — desde los empleos, los ingresos y la vivienda, hasta la educación y las oportunidades — está más brutalmente reflejado en quienes quedan atrapados/as en el sistema de prisiones en EE.UU.

Más del 60 por ciento de prisioneros/as en EE.UU. son personas de color. Setenta por ciento de quienes están siendo condenados/as en virtud de la ley de los tres avisos en California — que requiere sentencias obligatorias de 25 años hasta cadena perpetua después de tres condenas por delitos graves — son personas de color. Nacionalmente, el 39 por ciento de hombres afro-americanos en la edad de los 20 años está en prisión, en libertad condicional o en probatoria. Estados Unidos encarcela a más personas que Sud África bajo el apartheid. (Linn Washington, “Incarceration Nation”)

La población de las prisiones estadounidenses no es solamente la más grande en el mundo — sino que está creciendo persistentemente. La población de las prisiones estadounidenses es cinco veces más de lo que era hace 30 años.

En 1980 cuando Ronald Reagan se hizo presidente, había 400.000 prisioneros/as en EE.UU. Hoy el número excede los 2,3 millones. En California la población de las prisiones aumentó de 23.264 en 1980 a 170.000 en 2010. La población de las prisiones en Pensilvania aumentó de 8.243 a 51.487 en esos mismos años. Ahora hay más hombres afro-americanos en prisión, en libertad condicional o en probatoria que los que fueron esclavizados en 1850, antes del comienzo de la Guerra Civil, según la profesora de leyes Michelle Alexander en el libro “The New Jim Crow: Mass Incarceration in the Age of Colorblindness.”

Hoy en día, la increíble cantidad de uno de cada 100 adultos en EE.UU. está viviendo entre rejas. Pero este crimen que rompe familias y destruye vidas, no está distribuido de manera uniforme. En las zonas urbanas mayores, la mitad de los hombres negros tiene un récord criminal. Esto significa una perpetua discriminación legalizada en los préstamos estudiantiles, asistencia financiera, acceso a vivienda pública, hipotecas, el derecho a votar y, por supuesto, la posibilidad de encontrar empleo.


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