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TORTURA: la podredumbre comenzó en los altos mandos

Por Dianne Mathiowetz

La administración de Bush ha sido atrapada en otra mentira.

¿Recuerdan cómo el presidente miró seriamente a las cámaras de televisión el 6 de octubre de 2007, y dijo, “Este gobierno no tortura a seres humanos”?

Mientras que la cuestión de las prácticas ilegales e infrahumanas perpetradas contra los prisioneros irrumpió en la conciencia pública después de la publicación de las fotos horrendas desde Abu Ghraib en abril de 2004, memorandos secretos escritos mucho antes revelan que discusiones detalladas y elaboradas sobre el uso de la tortura fueron conducidas en la Casa Blanca por oficiales de los rango más altos del gobierno.

En vez de ser unas pocas “manzanas podridas” como describieron en aquel entonces a l@s soldados de rangos bajos que fueron enjuiciados por sus crímenes en Abu Ghraib, estos documentos comprueban que la “podredumbre” comenzó en la Avenida Pensilvania número 1600.

Discusiones sobre cómo evadir las leyes estadounidenses e internacionales tomaron lugar casi inmediatamente después del once de septiembre por entre otros, Dick Cheney, la Asesora de Seguridad Nacional Condoleezza Rice, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el director de la CIA George Tenet, el Secretario de Estado Colin Powell y el Fiscal General John Ashcroft.

Mientras que las palabras que definen la tortura en los Convenios de Ginebra, la Carta y otros convenios y declaraciones de la ONU, al igual que los códigos domésticos y militares de los EEUU se pueden interpretar de varias formas, indiscutiblemente prohíben que el uso del dolor intenso, sufrimiento o degradación, ya sea mental o físico, sea intencionalmente aplicado a cualquier persona con el propósito de extraer información o una confesión.

Éstas políticas son consideradas “crímenes de guerra” bajo la ley internacional y el encausamiento no se limita a los torturadores materiales sino que también es aplicable a aquellos que promulgaron y emitieron las órdenes de tortura.

Desde el once de septiembre, se ha mantenido un esfuerzo sostenido por parte de ciertos elementos en la administración Bush, particularmente por Cheney, para imponer la idea de que el presidente tiene un poder ilimitado para ordenar interrogaciones brutales de detenidos para extraerles información estimada como necesaria para proteger a los EEUU.

La Casa Blanca, cuando era confrontada con acusaciones de usar a militares estadounidenses o agentes de la CIA y del FBI en el extranjero para torturar, inicialmente alegó que esos sucesos eran aberraciones. Luego dijeron que la solicitud para expandir las técnicas de interrogación vino desde “el terreno de combate”.

Documentos obtenidos por la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) en su batalla legal sobre los cientos de prisioneros detenidos en Guantánamo, comprueban cómo el uso de la tortura del agua conocida en inglés como “waterboarding”, posturas de estrés prolongados, sesiones de interrogación de 20 horas de duración, aislamiento extremo, poner capuchas, desnudar a los detenidos, privación de sueño, temperaturas extremas y otras medidas brutales, fueron aprobadas desde los más altos niveles del gobierno, incluyendo a George W. Bush. Instrucciones dándole cobertura legal al uso de la tortura fueron enviadas a la CIA por el Departamento de Defensa comenzando en el 2002.

Ashcroft, en unas de estas discusiones sobre la “tortura”, expresó esta inquietud: “¿Porqué hablamos de esto en La Casa Blanca? La historia no va a juzgar esto bien.”

Sin embargo, las revelaciones recientes de la aprobación oficial del uso de la tortura por parte de la administración de Bush son solamente una parte del cuadro.

Las cárceles y prisiones de los EEUU, los departamentos de la policía, agentes de inmigración, hospitales mentales, escuelas militares disciplinarias para jóvenes y otras instituciones represivas emplean tácticas inhumanas, racistas, sexistas y homofóbicas similares para obligar confesiones, mantener el control o alterar el comportamiento.

Innumerables demandas judiciales detallan las condiciones en prisiones y la práctica de tortura al estilo de Abu Grahíb y Guantánamo por todos los EEUU, desde el encarcelamiento en solitario por décadas a los miembros de los 3 de Angola hasta las confesiones inducidas por tortura que están detrás de la acusación de los 8 de San Francisco.

Más de 2 millones de personas están encarceladas en prisiones y cárceles estadounidenses, en su mayoría hombres y mujeres de color, casi tod@s pobres que suelen ser enjuiciados por crímenes de sobrevivencia sin tener representación legal adecuada.

La conexión entre la “guerra en el exterior” y la “guerra en casa” se manifiesta abiertamente a través de las barras de las prisiones y los calabozos de aislamiento.


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