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La idea de un presidente negro

Por Mumia Abu-Jamal, desde
el corredor de la muerte en la prisión

Para una gran parte de la población estadounidense, la sola idea de tener un presidente negro es algo tan nuevo, tan original, que fuerza a mucha gente a pensarlo como si apenas fuera posible;  como si fuera cosa de ficción en vez de ser una verdadera posibilidad.

La ficción desde luego ha sido el reino de esta idea, como en las películas y series de televisión, donde actores han desempeñado el papel, pero eso, por supuesto, ha pasado sólo en la televisión.

Desde luego que el tiempo dirá si eso es más que la imaginación, pero para millones de personas que comparten este territorio enorme que llamamos América del Norte, la idea no es ni nueva ni innovadora.

Eso es porque hay unas 100 millones de personas que viven en México, y ese país ya tuvo un presidente negro (aunque fuera brevemente) -- hace 173 años.

Fue durante su guerra de independencia de España cuando surgió un guerrillero, un indígena negro que se llamaba Vicente Guerrero.

En su primera batalla, él fue nombrado capitán.  Mientras continuaba la guerra, muchos de los líderes revolucionarios fueron matados o capturados.  Guerrero continuó luchando, encabezando a unos 2,000 hombres que se fueron a las montañas de la Sierra Madre para seguir la lucha.

Para el año 1821, los mexicanos estaban triunfando sobre los españoles y Guerrero fue aclamado como luchador independentista incorruptible.  En el 1829 se hizo presidente de México, y como el erudito William Loren Katz escribe en su libro “Indígenas negros” (“Black Indians”) de 1986:

“Él empezó un programa de reformas de mucho alcance, aboliendo la pena de muerte y empezando la construcción de escuelas y bibliotecas para los pobres.  Él terminó con la esclavitud en México.  Sin embargo, debido al color de su piel, la falta de educación y sus maneras rústicas, fue despreciado por las clases élites de la Ciudad de México.  Este presidente que tenía, según el historiador estadounidense M. H. Bancroft, “una gentileza y un magnetismo que inspiraban amor entre sus adherentes,” era todavía “un forastero de tres sangres”.

El historiador negro J. A. Rogers resumió los sobresalientes logros de Guerrero al llamarlo “el George Washington y Abraham Lincoln de México.”  Guerrero, que en su juventud era un arriero analfabeto, una vez picado por el insecto de la independencia mexicana llegó al cargo más alto de su tierra.

Él aprendió a leer cuando tenía como 40 años de edad, y ayudó a crear la Constitución Mexicana, para la cual él escribió la siguiente disposición: “Todos los habitantes, ya sean blancos, africanos, o indígenas, están capacitados para tener puestos en el gobierno.”  Él escribió esto en 1824, más de 30 años antes de la infame decisión de la Corte Suprema estadounidense de Dred Scott, la cual anunció enfáticamente que “un hombre negro no tiene ningún derecho que un hombre blanco esté comprometido a respetar” y que “la gente negra no eran ni podrían ser ciudadanos de los Estados Unidos.”

En esa época de revolución y transformación social, un hombre negro se hizo presidente del segundo país más grande de América del Norte.  Hoy, 178 años más tarde, nos preguntamos todavía si tal cosa es posible.  ¿Qué dice eso sobre los Estados Unidos?

Se pueden leer más comentarios de Mumia en:

www.prisonradio.org.


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