Racismo, resistencia y la pena de muerte
Por Gloria Rubac Houston, Tejas
Horas antes de que fuera ejecutado el 7 de marzo, Joseph Nichols le dijo a su
madre lo que le había pasado mientras la prisión se preparaba para
transferirle de la celda de los condenados a muerte en Livingston, Tejas, a la
celda de la muerte en Huntsville.
“Me cortaron la ropa y me dejaron desnudo. Finalmente me dieron un par de
calzoncillos pero mis pies estaban encadenados, mis manos estaban encadenadas y
otra cadena que me ataba los pies, me pasaba sobre un hombro atada a mis manos.
Así es como nuestra gente fue traída de nuestra madre tierra, desnuda
y encadenada, y así es como me voy de esta vida.”
Nichols fue ejecutado a pesar de los artículos de primera plana y de
opinión en el periódico Houston Chronicle que explicaban su
inocencia. Ya en la camilla y con la inyección llena de veneno en sus
venas, él condenó al personal de la prisión quienes le
habían ordenado la noche antes de su ejecución, que se afeitara o si
no sería disciplinado.
Más y más en Tejas, los prisioneros no se van pasivamente a sus
ejecuciones, sino que siguen luchando hasta el final. Ellos también
están protestando más activamente las condiciones de aislamiento
severo y de tortura. El Movimiento DRIVE, una organización de activistas
que se encuentran condenados a la pena de muerte en Tejas, ha sostenido varias
huelgas de hambre en este último año, al igual que otros prisioneros
individualmente.
Roy Pippin, quien firmemente mantuvo su inocencia, fue ejecutado el 29 de
marzo, después de mantener una huelga de hambre por un mes, exponiendo
así las horrendas condiciones de los condenados en Tejas. Esto logró
gran atención de la prensa.
En su última declaración mientras se encontraba en la camilla de
muerte, Pippin dijo: “Condeno al jurado, al juez, al fiscal que hicieron
fraude para obtener esta condena. Los condeno a cada uno de ustedes por el
asesinato de un hombre inocente. Desde la CCA, la Corte Federal, la corte del
Quinto Circuito y la Corte Suprema. Todos responderán a su creador cuando
Dios se dé cuenta que han ejecutado a un hombre inocente. Que Dios los
perdone... Prosiga carcelero, asesíneme. Jesús, llévame
contigo.”
El verano pasado, Michael Johnson, otro prisionero en Tejas que siempre mantuvo
firmemente su inocencia, se suicidó cortándose el cuello para evitar
que fuera el estado quien lo matara. Antes de que muriera desangrado,
escribió en la pared de su celda con su propia sangre, “Yo no
maté a ese hombre.”
En noviembre del 2006, después de que Willie Shannon fuera ejecutado, su
cuerpo yacía en el féretro vestido con el uniforme de las Panteras
Negras, como símbolo de su convicción política. Él fue
miembro de la organización Panteras Unidas por la Educación
Revolucionaria—PURE, por sus siglas en inglés—una
organización de los condenados a muerte en Tejas.
Las ejecuciones en los Estados Unidos han descendido a su nivel más bajo
en 10 años. El número de condenas a muerte y la población de
condenados a muerte también están disminuyendo. Por primera vez, el
Gallup Poll ha reportado que hay más gente que favorece la cadena perpetua
sin opción a libertad condicional, que la pena de muerte.
Durante la década de los años noventa hubo cerca de 300 sentencias de
muerte cada año. Ahora la cifra es de cerca de 125. Aún en Tejas, las
sentencias a muerte han bajado en un 65% en comparación con hace diez
años.
Por la cuestión de inocencia, los jurados están más reacios a
condenar a una persona con la pena de muerte. Más de una docena de estados
han suspendido las ejecuciones por esta razón y también porque la
evidencia que va en aumento, de que el método de inyecciones letales mata
al prisionero mientras todavía está consciente. La legislatura del
estado de Nueva Jersey tenía una vista programada para principios de mayo
que podría resultar en el abandono de la pena de muerte en ese estado.
En años recientes, un número de periódicos importantes ha
cambiado su posición frente a la pena de muerte y ahora están
llamando a su abolición. Durante el mes pasado, el Chicago Tribune y el
Dallas Morning News invirtieron la posición que por largo tiempo
tenían de apoyar la pena de muerte. Y el periódico el Sentinel de
Pennsylvania simplemente caracterizó la pena de muerte como algo
“inútil”.
Amnistía Internacional reportó que las ejecuciones alrededor del
mundo disminuyeron en un 25% el año pasado, de 2.148 en 2005 a 1.591 en
2006. De todas las ejecuciones que ocurrieron en el 2006, un 91 por ciento
fueron llevadas a cabo en seis países: China, Irán, Pakistán,
Irak, Sudán y Estados Unidos.
Más de la mitad de los países del mundo ha abolido la pena de muerte,
ya sea por leyes o en la práctica.
En los Estados Unidos, la pena de muerte está siendo utilizada
principalmente en los estados que anteriormente practicaban la esclavitud en la
antigua Confederación. Entre el 85 y el 90 por ciento de todas las
ejecuciones en los Estados Unidos ocurren en los estados sureños. Esto no
es pura casualidad. El racismo juega un papel tan grande en la aplicación
de la pena de muerte porque es un legado directo de la esclavitud y los
linchamientos.
Durante los últimos 125 años han ocurrido miles de linchamientos
ilegales y extrajudiciales en los EEUU, principalmente en los estados del Sur
del país, principalmente por blancos contra negros. La mayoría
ocurrió a fines del siglo XIX y principios del XX.
Hoy, en el siglo XXI, es la época de los linchamientos legales.
Todavía se llevan a cabo principalmente a manos de los blancos y
mayormente son en contra de la gente de color. Un 98 por ciento de los fiscales
en los EEUU son blancos, y sólo un uno por ciento es negro. Son estos
fiscales los que deciden si un acusado enfrenta o no la pena de muerte.
Los estados que sentencian el número más grande a la pena de muerte
también son los estados que tuvieron el número más grande de
linchamientos ilegales en el pasado, según un estudio publicado por
sociólogos de la Universidad del Estado de Ohio.
Históricamente injusto
El factor que más determina si una persona acusada será sentenciada a
la pena de muerte, es la raza de la persona asesinada. Aunque blancos y negros
son asesinados en igual cantidad, un 80 por ciento de las personas ejecutadas
desde que la pena de muerte fue permitida de nuevo en el 1976, involucra casos
donde la víctima es blanca.
Sólo 14 personas han sido ejecutadas por el asesinato de una persona
negra, mientras que 215 personas negras han sido ejecutadas por el asesinato de
blancos.
Por el contrario, las mujeres blancas representan sólo un 0.8 por ciento
de las víctimas de asesinato, sin embargo un 35 por ciento de las personas
ejecutadas desde 1976 fueron condenadas a la pena de muerte por haber asesinado
a una mujer blanca.
En general, la práctica de la pena capital muestra que la nacionalidad
tiene mucho que ver. Si una persona blanca es asesinada, no importa si los
acusados son negros o blancos, es cinco veces más probable que al acusado
se le confiera la pena capital que si la asesinada fuera una persona negra.
Las personas afro-americanas son las menos probables que sean jurados en casos
de pena capital, sin embargo son las que más probablemente sean condenadas
a muerte.
En Tejas el racismo del sistema de justicia estuvo practicado abiertamente
hasta hace poco. L@s abogad@s de la defensa en Dallas recuerdan que hasta
mediados de los 80, los asesinatos llamados “negro contra negro”
fueron conocidos en los tribunales como “asesinatos de delito
menor”. El abogado Fred Tinsley reportó en 2000 que “En una
época, un asesinato de “negro contra negro” se podía
anular el juicio si el acusado pagaba los gastos del entierro.”
El Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió que la forma de
seleccionar el jurado en Dallas era inconstitucional. Como respuesta, el fiscal
de distrito de Dallas Henry Wade desarrolló un sistema de entrenar a l@s
fiscales a excusar la gente de color, a las mujeres, l@s judí@s, y la
gente con diferentes capacidades.
Wade regañó a un fiscal a finales de los 50 por permitir a una mujer
negra servir en el jurado, diciéndole, “Si vuelve a poner otr@ negr@
en un jurado, serás despedido.”
Un afro americano, Thomas Miller-El, fue condenado a muerte en Dallas en 1986.
En el 2005, la Corte Suprema de los Estados Unidos ordenó otro juicio
porque tod@s l@s afro american@s menos uno, fueron excluid@s del jurado.
Él está actualmente en la Cárcel del Condado de Dallas esperando
un nuevo juicio.
En Filadelfia, donde el preso político Mumia Abu-Jamal fue condenado a
muerte, la posibilidad de recibir una sentencia de muerte es 38 por ciento
más alta en caso de que el acusado sea negro. De hecho, en Pensilvana
más del 70 por ciento de los que recibieron la pena de muerte son
afro-americanos; esta es la proporción más alta en el país.
Estados Unidos tiene un poco más de 225 años. Fue establecido en
tierra robada de los pueblos indígenas y de México, y construido
sobre las espaldas de l@s esclav@s african@s. Se hizo altamente industrializado
durante los últimos cien años y hoy en día es el mayor poder
imperialista porque explota a su enorme clase trabajadora, de la cual, una
proporción creciente es afro-americana, latina, árabe, asiática
e indígena americana.
La opresión nacional y el racismo están tan entretejidos en la tela
de la vida de este país que matizan todos los aspectos de la vida, desde
el nacimiento hasta la muerte, incluyendo la muerte a manos del estado.
“El movimiento para abolir la pena capital está creciendo y
aprendiendo que si las ejecuciones se van a terminar, tenemos que ser un
movimiento de todo el pueblo, especialmente aquellos de nosotros que formamos
la mayor parte de los condenados a muerte. Ningún cambio ha ocurrido
voluntariamente. Debemos luchar por él. Pero con la unidad y la lucha
veremos el final de este crimen llamado la pena capital,” dijo Njeri
Shakur, un líder por más de una década del Movimiento para
Abolir la Pena Capital en Tejas (MAPCT).
La escritora es una organizadora desde hace muchos años con el
MAPCT.
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