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EDITORIAL

Pakistán y Myanmar

En su crisis, parece que el régimen militar de Myanmar carece de apoyo popular. Sin embargo, hay señales que alertan a la cautela, de la forma en que los medios de comunicación corporativos presentan sus reportajes sobre Myanmar, un país que su ex explotador colonial, Bretaña, aún llama Birmania. Estas alertas deben provocar a las personas progresistas y antiimperialistas a estar cautelosas.

Es instructivo comparar el tratamiento que reciben en esos medios de comunicación los generales que dirigen Myanmar con el de los generales que dirigen Pakistán, un estado cliente de los EEUU. Ambos regímenes han lanzado acciones sangrientas contra figuras religiosas opositoras, pero sin la misma reacción en los medios corporativos del Oeste.

El cuestionable presidente de Pakistán, Gen. Pervez Musharraf, al igual que el grupo militar en Myanmar, enfrenta una oposición tanto religiosa como laica. Al igual que el grupo militar, el mandó que sus tropas abrieran fuego contra las figuras religiosas en rebelión. El 10 de julio, lanzó un sangriento ataque militar contra una mezquita en el medio de la ciudad de Islamabad. No cabe duda que Musharraf es un dictador listo para imponer fuerza bruta si considera que ello le mantendrá en el poder.

La reacción de la prensa corporativa a Musharraf fue, sino simpatizante, por lo menos, comprensiva. He aquí un reporte cronológico reciente de Reuter: “Después de un sitiado que duró más de una semana, Musharraf ordena que las tropas asalten a la Mezquita Roja en Islamabad para aplastar un movimiento de corte Talibán. Por lo menos 105 personas mueren”. Esto era típico, el caracterizar a las víctimas como talibanes, en otras palabras, como extremistas fundamentalistas musulmanes, y que por lo tanto no merecen compasión. Ni fotos ni videos de las tanquetas ni de los soldados baleando a la gente aparecieron en público.

La revista “Newsday” tiene otra reacción sobre Myanmar: “Pero parece que la junta militar en Myanmar, también conocida como Birmania, sólo conoce una sola manera para resolver esta crisis: la fuerza brutal y sangrienta”.

Esta actitud era típica de los medios corporativos a través de los EEUU, Canadá, Europa Occidental y Australia. Las escenas de monjes siendo baleados dominaba la cobertura noticiera. Los medios de comunicación lanzaron su peor crítica contra los generales de Myanmar y cualquier partidario de ellos.

Tratan a la oposición civil, especialmente a esos elementos con estrechas conexiones y apoyo de los países imperialistas, como héroes populares, así como tratan los monjes budistas.

Nuestro mensaje es: tengamos cuidado. Tal cobertura tiene la intención de justificar una intervención imperialista. En Pakistán, la cual tiene fronteras con Irán y Afganistán, podría implicar una intervención militar si la lucha de las masas allá tiene la posibilidad de remover a los generales que actualmente están controlados por los EEUU.

El imperialismo de los EEUU o de Bretaña, e incluso de los aliados en la OTAN o Australia o Japón, nunca interviene con fondos o armas para ayudar a una lucha de liberación o independencia. Si esas fuerzas imperialistas están involucradas, podemos estar segur@s que hay recursos naturales o intereses geoestratégicos en juego.

En el caso de Myanmar, no importa cómo se resuelva la lucha popular de ese país del sudeste de Asia, los imperialistas de los EEUU y de la OTAN no tienen ningún derecho a intervenir.


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