Mundo Obrero
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EDITORIAL

Desde Yugoslavia hasta Irak y Sudán

Hace ocho años, el 24 de marzo de 1999, EEUU comenzó a bombardear la ciudad de Pristina en Kosovo; fue el inicio de la guerra de 79 días en Yugoslavia.

La brutalidad de los bombardeos de los EEUU es olvidada deliberadamente por los grandes medios de comunicación de los EEUU. Las bombas y proyectiles de los EEUU apuntaron a civiles, estallando en trenes de pasajeros, destruyendo la industria química, y envenenando el Río Danubio. Fueron bombardeadas escuelas al igual que hospitales y centros de televisión en medio de transmisiones en vivo. Como se ha documentado desde entonces, los generales estadounidenses les dijeron a los líderes yugoslavos que si no se entregaban, la capital de Belgrado sería bombardeada tan fuertemente que ningún edificio quedaría en pie.

Ahora, ocho años después, no se describe esta guerra como el crimen que realmente fue.

Igual que la guerra contra Irak, la guerra contra Yugoslavia estuvo basada en mentiras. Las mentiras fueron pronunciadas por el Presidente Bill Clinton, sus ministros y sus generales.

La gran mentira fue que la guerra era necesaria para “poner fin al genocidio” a pesar de que no había ningún genocidio que parar.

El genocidio tiene una definición legal bajo la ley internacional, y los imperialistas afirman que esto les proporcionó justificación por su guerra contra Yugoslavia. Genocidio en ese caso significa la matanza masiva y sistemática de un “grupo étnico, racial o religioso” por un poder estatal.

Las sanciones contra Irak antes de la guerra, que mataron a más de un millón de iraquíes, probablemente cualifican bajo esta definición como genocidio. La invasión y la ocupación de Irak ha implicado la matanza masiva de iraquíes.

Pero en una decisión judicial que también ocurre ocho años después de la guerra, la Corte Internacional de Justicia — aunque está repleta de jueces simpatizantes a los EEUU— no pudo encontrar una base legal para acusar al gobierno de Yugoslavia o al gobierno de Serbia de genocidio. Los titulares, impresos en las últimas páginas de los periódicos y mayormente ignorados por los noticieros televisados, dicen: “Serbia no es culpable de genocidio”.

El veredicto no dijo que no hubo muertos, o que no hubo brutalidad. Dice que no hubo genocidio perpetrado por el gobierno de Yugoslavia, lo cual era la excusa para que Clinton y el Pentágono lanzaran la guerra del 1999.

La importancia de esto no debe perderse. Al igual que no habían “armas de destrucción masiva” en Irak, no hubo genocidio en Yugoslavia. Pero la administración de Clinton amenazaba con una guerra si Yugoslavia no se rendía al poder de los EEUU. Los reportajes sobre un genocidio fueron confeccionados para crear una justificación para la guerra. Esta fue la misma fórmula que la administración de Bush utilizó para su guerra contra Irak.

Fórmulas similares han sido empleadas para justificar otras guerras imperialistas. Y se seguirán empleando a menos que se detengan a los imperialistas.

Ya se están utilizando acusaciones de genocidio en Darfur para fomentar demandas para una intervención militar imperialista en Sudán. La bien financiada campaña “Coalición pro rescate de Darfur” está avanzando esta agenda. ¿Pero para quién?

Para saber lo que está pasando en Darfur es necesario revisar la historia del imperialismo británico y la intervención de los EEUU en la región así como las riquezas petroleras del Sudán. No es accidental que los llamados a una intervención militar imperialista pondrían a los EEUU en control de la región petrolera del Sudán.

Cada vez que los imperialistas comienzan a señalar algún lugar gritando “genocidio”, es cuando se sabe que tienen una agenda secreta. Y esto no tiene nada que ver con propósitos humanitarios.


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