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Generales difieren agudamente acerca de Rumsfeld

Chocan en cuanto a cómo ganar las guerras, no cómo detenerlas

Por Deirdre Griswold

El estrés y la tensión dentro del gobierno de Bush, el Pentágono y el Congreso han alcanzado un nivel de intensidad nuevo y sin precedentes. Esto viene no sólo de la desesperada posición del ejército en Irak sino también de la aprensión sobre los planes reportados para un nuevo asalto contra otro país rico en petróleo en el Medio Oriente—Irán

Varios generales jubilados, obviamente hablando también por muchos oficiales activos, han criticado abiertamente al Secretario de la Defensa, Donald Rums feld y han pedido su renuncia. Desde el 19 de abril estos incluyen a tres de la Marina—el General Anthony Zinni, quien encabezó el Comando Central de los Estados Unidos a finales de los años noventa, el teniente general Gregory Newbold y el teniente general Paul K. Van Riper—además de cuatro generales de la Armada: los comandantes generales Charles Swannack, quien encabezó la División Aérea 82 en Irak; John Batiste, quien dirigió la División de Primera infantería; John Riggs y Paul Eaton.

Estos generales no son palomas de la paz. Ellos quieren ganar esta y otras guerras para el dominio imperialista estadounidense sobre el mundo. Pero ellos han perdido la confianza en la doctrina Rumsfeld que proclama hacerlo con un mínimo de tropas terrestres apoyadas en un poder aéreo de alta tecnología.

La intervención de los altos jefes militares en esta lucha política no tiene nada progresista. Hasta el Washington Post, el cual pide la renuncia de Rumsfeld, dijo en un editorial el 18 de abril, que una revuelta militar “amenaza el principio demo crático esencial de la subordinación militar al control civil.”

Rumsfeld está ahora luchando por su vida política. El 14 de abril, el presidente George W. Bush tuvo que interrumpir sus vacaciones de pascua en Camp David con una declaración pública diciendo que el secretario de la defensa “tiene mi completo apoyo y mi más profundo aprecio.” Pero las críticas continuaron.

La administración entonces congregó a sus propias figuras militares ante la prensa, incluyendo al General Tommy R. Franks del Ejército, quien dirigió las tropas en Afganistán e Irak; el General Richard B. Myers de la Fuerza Aérea, ex jefe de la Junta de Jefes. Hasta ahora ningún oficial de alto rango de la Fuerza Aérea ha hablado contra Rumsfeld, quien apoya el poderío aéreo.

Rumsfeld ha ido ante las cámaras para defenderse, en lo que el periódico The New York Times describió como el “Show Donny” y “un ritual diario.” Casi todos los días, Bush ha visto la necesidad de repetir sus declaraciones en apoyo a Rumsfeld.

Como comandante-en-jefe, Bush es por supuesto, en última instancia, el responsable de las decisiones de Rumsfeld. Él sabe que si el ejecutor principal de la política de guerra de su administración pierde, él podría ser el siguiente.

Como una muestra más de la crisis interna, ha habido una sacudida fuerte en la Casa Blanca. Karl Rove, el “niño genio” que guió la carrera política de Bush desde antes de que éste se convirtiera en gobernador de Texas hasta que llegó a la Casa Blanca, y quién dirigió la campaña de reelec ción de Bush en el 2004, ha sido expulsado de su papel como principal coordinador de la política en la Casa Blanca. Se cree que Rove está implicado en la filtración a la prensa del nombre de la agente de la CIA Valerie Plame, después de que ella y su esposo, el ex embajador Joseph Wilson, no verificaron las falsas afirmaciones de la administración sobre las Armas de Destrucción Masiva. Rove estaba una vez considerado la tercera persona más poderosa en la Casa Blanca.

El vocero de Bush, Scott McClellan también ha sido forzado a salir de su puesto después de casi tres años en su empleo. El tenía la tarea de tratar de desviar las preguntas vergonzosas de la prensa sobre la política de la administración en Irak.

Si la estrategia de Rumsfeld hubiera funcionado, nada de esto estuviera pas ando. Pero una lucha de resistencia prolongada está ahora profundamente arraigada en la población iraquí. Más y más iraquíes y soldados estadounidenses mueren en un conflicto que no terminará mientras la ocupación continúe.

Washington ha fallado grandemente en el intento de estabilizar un régimen neocolonial en Irak. Lo que precisamente igno raron totalmente desde el primer día -los sentimientos del pueblo iraquí - ha hecho imposible el efectuar el “cambio de régimen”. Han matado o capturado a los anti guos líderes del país, devastado a gran parte del país, y virtualmente instigaron una guerra civil, pero no han logrado estab lecer un régimen títere con la fuerza y la autoridad de aplastar el compromiso iraquí para la autodeterminación que nació en la revolución anticolonial de 1958.

Todo esto hace recordar el desastre en Vietnam, que terminó solo después de que la guerra se extendiera a los países vecinos de Camboya y Laos, de que ocurrieran rebeliones en cientos de comunidades oprimidas y estallara un movimiento anti guerra militante, con defecciones en una escala masiva y motines entre las tropas del ejército de los Estados Unidos, que frecuentemente rehusaba combatir y hasta mataron a sus propios oficiales en la zona de la guerra. Los generales deben temer que esto puede pasar de nuevo mientras que los partidarios de Rumsfeld acusan a sus críticos de “politizar a las Fuerzas Armadas”.

Mientras que se formulan los motivos más nobles para explicar el porqué un país como los EEUU va a la guerra, la verdadera razón es siempre lo mismo: para mejorar la posición en la lucha global por los mercados y las ganancias de parte de los explotadores corporativos. El descontento que está siendo expresado actualmente sobre esta guerra se origina desde dos fuentes distintas.

Hay la oposición de las masas, horrorizadas por el sufrimiento que ha provocado la ocupación y quieren que vuelvan las tropas a casa y se ponga un alto a la matanza. El descontento con lo que está haciendo Bush ya ha alcanzado un 60 por ciento en las encuestas.

Pero también hay un debate entre el establecimiento de la clase dominante sobre si los planes de guerra de Rumsfeld están conduciendo a derrotas aún más grandes para los EEUU, lo cual ellos realmente entienden como derrotas para la dominación de los EEUU sobre el mundo.

En este momento, Irán es el foco de sus temores. Hasta el Senador Richard Lugar (Republicano del estado de Indiana) se ha desviado cautelosamente de la política de la Casa Blanca y ha llamado a la negocia ción directa con Irán sobre su programa nuclear. Lugar encabeza el pode roso Comité de Relaciones Extranjeras del Senado.

Daniel Ellsberg, famoso por los Papeles del Pentágono, ha llamado a las figuras militares que no están de acuerdo con Rumsfeld a que no dimitan y que en vez de ello filtren al público los planes actuales de un ataque contra Irán. El 1971 Ellsberg era el analista del Departamento de Defensa que otorgó al periódico New York Times 7.000 páginas de documentos secretos que destruyeron muchos de los mitos del gobierno sobre la Guerra de Vietnam.

Según un artículo de la revista New Yorker del 17 de abril por el periodista investigador, Seymour Hersh, los planes para atacar a Irán desde el aire son masivos, muy avanzados y lo que pareció inimaginable mientras existía la Unión Soviética: con el uso de armas nucleares tácticas. El primer uso de armas nucleares fue declarado un crimen contra la humani dad hace muchos años por la Asamblea General de la ONU, pero a ese organismo mundial le falta dientes.

Muchos de aquellos que sienten que la doctrina de Rumsfeld de depender de armas de alta tecnología ha fallado en Irak, quieren que se envíen más tropas al Medio Oriente -así como quieren los políticos en el liderato del Partido Demócrata. Y ¿de dónde van a llegar las tropas? El fantasma del reclutamiento militar obligatorio se mueve furtivamente detrás de este debate.

La lucha para forzar retroceder el imperialismo, regresar las tropas a casa y permitir a los pueblos del mundo controlar sus propios destinos no va a salir de los altos mandos militares o de los partidos políticos capitalistas, sino del rena ci miento poderoso de la clase trabajadora y del movimiento progresista aquí.


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