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La unidad es lo más importante para luchar contra los patrones

Por Milt Neidenberg

Julio 25—“Nosotros no estamos tra tando de dividir el movimiento obrero—estamos tratando de reconstruirlo,” dijo Andy Stern, presidente del Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU, siglas en inglés), durante una conferencia de prensa un día antes de la convención en el 50 aniversario de la fundación del la AFL-CIO.

¿Serán estas palabras trasformadas en hechos? Sólo si hay un cambio de las prácticas pasadas.

“Nosotros”, se refiere a la Coalición Cambiar para Ganar, la cual consiste de los sindicatos International Brotherhood of Teamsters; la United Food and Com mercial Workers (UFCW); la unión de los textiles “Industrial and Textile Employ ees”, la cual se unió al sindicato de los trabajadores de los hoteles y restaurantes, Hotel Employees and Restaurant Employ ees, para formar el sindicato UNITE/ HERE; el sindicato Laborers Inter national Union-North America (LIUNA); y el sindicato de los trabajadores del campo el United Farm Workers (UFW).

En la mañana del 25 de julio cuando la convención comenzó, Andy Stern y el presidente de los Teamsters, James Hoffa, Jr. anunciaron que se habían retirado de la AFL-CIO y formarían otra federación. La UFCW y el UNITE/HERE boicotearon y amenazaron separarse antes del final de la convención de cuatro días. LIUNA y el UFW acordaron estar presentes.

En una nutrida conferencia de prensa, Stern explicó el porqué del retiro. “Nosotros creemos en un cambio fundamental, no en una reforma paulatina.”

Esto no es cierto si lo juzga la historia. La cuestión entre los dos grupos es estrategia y tácticas, combinadas con una lucha burocrática por el poder entre líderes que son en su mayoría hombres blancos. Aún cuando anunciaron la separación, ellos adoptaron un lenguaje conciliatorio indicando que Stern y Hoffa esperaban continuar cooperando con la AFL-CIO al seguir trabajando con el Partido Demócrata.

La Coalición Cambiar para Ganar quiere cambios drásticos e inmediatos en la estructura de la federación y en la asignación de fondos para cumplir con nuevas metas organizativas. Ellos quieren reemplazar el liderazgo de Sweeney e imponer la alianza de un número de pequeños afiliados para lograr una fórmula de “densidad” indefinida.

Sweeney, líder del consenso, ha estado dispuesto a negociar una contra propuesta modesta. Pero su estrategia básica era la de ser re-elegido y proteger los puestos de la mayoría de los miembros del Consejo Ejecutivo, el cual habría sido disuelto por las propuestas de Stern. Esto no se negociaba.

Sweeney tomó posesión de la AFL-CIO en 1995. Él será reelegido para un quinto término a pesar de una historia de 10 años de retroceso. Ha sido el tutor de Stern a quien le ha entregado el SEIU. Los dos oficiales tienen ambiciones conflictivas.

La separación no tiene precedente, no hay prácticas previas o lecciones de las cuales aprender en toda la historia en los 108 años de la AFL, comenzando con su nacimiento en 1886. Y ciertamente no en la disociación del 1938 cuando el Congreso de Sindicatos Industriales rompió con la AFL. Eso resultó del levantamiento que estremeció las bases mismas de la explotación capitalista.

La AFL-CIO y la “Cambiar para Ganar” están ahora en territorio desconocido con trampas sin marcas.

Fortaleciendo el movimiento obrero desde abajo

Un repaso de los años recientes puede ilustrar las diferencias entre las luchas de los trabajadores y las acciones del liderazgo burocrático de la AFL-CIO.

En 1998 el entonces presidente de los Teamsters, Ron Carey ganó una gran victoria contra la poderosa compañía de entrega de paquetes, la United Parcel Ser vice. En una huelga de 15 días, él estremeció a los jefes corporativos cuando movilizó a los obreros de base y forjó una unidad entre los trabajadores de tiempo completo y los de tiempo parcial. Él forzó un contrato sin concesión alguna y aseguró una cuota de 2000 empleos permanentes al año para los trabajadores de tiempo parcial.

Tres años antes, él fue instrumental en lograr que Sweeney ganara la presidencia de la AFL-CIO. Después de la victoria contra la UPS, el gobierno lo incriminó y James Hoffa jugó un papel importante en las elecciones para reemplazarlo con el apoyo del gobierno. Carey fue traicionado por ambos campos.

En octubre del 2002, los patronos de los trabajadores de los muelles en la costa occidental del país, representado por la Asociación Marítima del Pacifico, (AMP), cerraron las puertas al sindicato Inter national Longshore and Warehouse Union por rehusar firmar un mal contrato.

Productos militares y otros bienes de consumo quedaron estancados. Barcos llenos de mercancía quedaron varados en los muelles. Los muelles estaban atiborrados de cajas de carga, y los camiones quedaban en filas de muchas millas. La huelga cerró 29 puertos de la Costa Occidental.

La administración Bush/Pentágono intervino para forzar al ILWU a regresar a sus labores bajo la prohibición judicial Taft-Hartley, aunque el sindicato no estaba en huelga. Una corte federal sostuvo la prohibición judicial ilegal.

La AFL-CIO, la cual incluía a la SEIU y sus aliados actuales, no respaldó a la ILWU. Ellos no movilizaron a sus miembros para mantener los puertos cerrados y resistir el uso ilegal de la Taft-Hartley durante el cierre. Fue un mal uso del poder de la administración Bush/ Pentágono, pero una gran oportunidad para tener una acción sindical unida y se perdió. La Taft-Hartley de 1947, la ley anti obrera más opresiva en la historia de los Estados Unidos todavía está en los libros.

En octubre del 2003, cuando l@s trabajador@s de mercado del sindicato UFCW salieron en huelga contra los supermercados gigantes liderados por la Safeway, Albertson’s y las tiendas Ralph’s pro piedad de la empresa Kruger, las cadenas iniciaron un paro patronal contra l@s trabajador@s. Durante cuatro meses l@s trabajador@s de los supermercados luchar on contra las cadenas de supermercados. ¿Dónde estaban Sweeney y Stern? No se les vio por ningún lado.

Los camiones conducidos por miembros del sindicato Teamsters no salieron de los almacenes cuando est@s trabajador@s, muy mal pagad@s, de diversas nacionalidades y principalmente mujeres, bloquearon los almacenes y supermercados. Much@s de ell@s fueron arrestad@s. Aislad@s, excepto por algún apoyo de la comunidad y de las fuerzas anti guerra, est@s trabajador@s acumularon muchas deudas y fueron forzad@s a aceptar una estructura salarial de dos niveles.

Finalmente, pasó el desastre de la AFL-CIO que costó a sus afiliados sobre $100 millones -sólo del sindicato SEIU más de $40 millones— para elegir a John Kerry. Ellos movilizaron a millones de miembros para tocar las puertas y obtener votos.

Compare este apoyo hacia Kerry conducido con una movilización total de ambos Sweeney y Stern, con los minúsculos recursos y la poca solidaridad de la AFL-CIO hacia la resistencia heroica de l@s miembr@s de base durante las huelgas mencionadas. Hay mucho que recapacitar por parte de las federaciones rivales para acoplar las palabras con los hechos.

¡Hechos, no palabras!

Sweeney, en su discurso central en la convención, habló de planes para el futuro, no de las lecciones del pasado. “El movimiento sindical nos pertenece a todos—a cada trabajador—y nuestro futuro no debería estar dictado por las demandas de ningún grupo o por las ambiciones de ningún individuo”. Qué vacío de significado. ¡Qué mucha retórica!

¿Podrá esta lucha de los líderes por el poder, que ya ha producido una ruptura, motivar a 13 millones de trabajador@s sindicalizad@s? ¿Acelerará esta ruptura el ataque incansable del gobierno, de Wall Street, y de la “América Corporativa”, que actualmente tienen el ímpetu para más ataques?

¿Estaban las hermanas y hermanos sindicalistas que pasaban 24 horas al día y siete días a la semana tratando de pagar sus cuentas, enterad@s de que estaba ocurriendo una ruptura? ¿Les informaron de lo que sucedía antes de que ocurriera la separación?

Después de una década de regresión por la dirigencia de la AFL-CIO, el segmento sindical multinacional, de baja paga, mujeres, inmigrantes, y el segmento de trabajador@s de servicios, está buscando una perspectiva fresca y una nueva dirección. ¿Podrá esta ruptura cumplir con estas expectativas?

Ambas facciones rivales están a prueba. Ambas necesitan manifestarse con hechos y no con palabras. A olvidarse del palabreo. Si hubieran tenido alguna preocupación por los asuntos fundamentales, hubieran exigido el fin inmediato de la ocupación de los Estados Unidos, la cual ha desviado billones de dólares de los servicios sociales que desesperadamente se necesitan. Ellos demandarían “que regresen las tropas a casa ahora. Que cese la muerte y la destrucción lanzada contra el pueblo iraquí y afgani. Alto al trágico flujo de muertos y heridos estadounidenses”.

Ellos comenzarían a atacar el racismo institucionalizado capitalista y la opresión nacional y abrirían las puertas al liderazgo, actualmente dominado por hombres blancos, a mujeres, negr@s y latin@s y a otr@s trabajador@s de color.

Ellos se removerían de la política exterior de este imperio en declive y de los ataques represivos contra l@s inmigran tes. Se separarían del National Endow ment for Democracy, instrumento de la CIA que soborna al Centro de Solidaridad de la AFL-CIO a que preste apoyo a la contrarrevolución, especialmente contra Venezuela.

Un frente unido en formación

L@s millones de pobres y de trabajador@s no sindicalizad@s representan una fuerza laboral cuyo trabajo produce las mercancías y servicios que proporcionan riquezas y ganancias a unos pocos parásitos. Su trabajo no tiene fronteras. Es internacional. La explotación y la revolución de la alta tecnología l@s han unido mundialmente, y el potencial para una lucha unificada de la clase obrera está a su alcance.

Esto es especialmente cierto durante este período de reducciones desastrosas e implacables en los niveles de vida, empeorado por el racismo y la opresión nacional. La ruptura de los líderes en el AFL-CIO ha ocultado esta visión. Pero sólo por un momento histórico.

Wall Street y la América corporativa y su comité ejecutivo en la Casa Blanca y las instituciones legislativas y judiciales, han reestructurados el capitalismo monopolista según las líneas de clase social.

Unidad y lucha, no divisiones burocráticas, es lo necesario. L@s 13 millones de trabajador@s sindicalizad@s no le deben lealtad a ninguna de las dos facciones. La homogeneidad del liderazgo de la AFL-CIO ha sido quebrada. La dilución del poder burocrático puede abrir las puertas a l@s miembr@s de base para que dirijan los sindicatos para sus propios intereses.

La AFL-CIO y la Cambiar para Ganar están en una encrucijada. La crisis necesita de la intervención de la clase trabajadora oprimida y multinacional, unida con los movimientos de los pueblos socialmente oprimidos y con las comunidades, para organizar y prepararse para las grandes luchas que se aproximan.


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