Editorial: Trabajadores de Irán dicen a EEUU: ¡Alto!
Porque la administración de Bush amenaza con una guerra contra
Irán, las elecciones presidenciales de ese país recibieron una
atención mundial, más que cualquier otra elección desde la
revolución del 1979 que derrocó al shah y expulsó al
régimen neocolonial instalado por los Estados Unidos.
Los medios de
comunicación reportaron que sorpren dió la victoria de Mahmoud
Ahmadi nejad, el alcalde de Tehrán. La verdadera sorpresa fue el papel
jugado por los trabajadores de Irán, cuyos votos le dieron la victoria a
Ahmadinejad.
Irán está en medio de una recesión
econó mica profunda, con un nivel de desempleo estimado entre 15 y 20 por
ciento. Ha habido pro testas extensas por los trabajadores, algo sin precedente
durante las últimas dos décadas.
El candidato presidencial
que el gobierno de los EEUU esperaba ganar, Akbar Hashemi Rafsanjani, es un
empresario rico. Su programa económico era el de acelerar la
privatización y alentar más inversiones extranjeras. Él
invitó al Banco Mundial y sus políticas neoliberales. En
relación a las amenazas de los EEUU, Rafsanjani era considerado como
alguien con simpatías hacia los poderes europeos y que también
podía acomodarse a los intereses de los Estados
Unidos.
Después de todo, él era uno de los agentes
principales en el asunto “Irán-Contra” cuando Ronald Reagan y
Oliver North secretamente vendieron armas a Irán, mientras estaba en
guerra contra Irak, a cambio de ayuda para asegurar la liberación de los
rehenes estadounidenses en el Líbano.
Ahmadinejad, contrariamente,
sale del movimiento revolucionario que derrocó el régimen
títere de los EEUU, el shah de Irán.
Ahmadinejad, hijo de un
trabajador de la industria metalúrgica, condujo una campaña
electoral populista, culpando a los bancos privados y al programa de
privatización por la profundización del desempleo y la pobreza.
Algunos hasta lo describen como un socialista islámico. Eso probablemente
caracteriza lo que muchos de los trabajadores esperan lograr por medio de esta
elección. Ahmadinejad promete más empleos, salarios más
altos, mejores viviendas, mejor seguro de salud y una mejora en los beneficios
sociales para las mujeres. También promete una distribución
más justa de las riquezas producto del tesoro petrolero de Irán
-en vez de la distribución a “una sola familia poderosa”,
como él lo expresa.
Los trabajadores y los pobres de Irán
salieron y votaron en gran número, suficiente para dar un mensaje. El
voto fue para empleos, no para el Banco Mundial. Y el voto la dijo a los Esta
dos Unidos: ¡Deténganse, no vengan aquí!
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