Las mentiras del occidente sobre Siria

Hay el siguiente mito sobre el intervencionismo occidental en Siria: el papel de Estados Unidos y otras naciones occidentales ha sido el de reforzar elementos moderados dentro de una amplia coalición contra el gobierno para luchar por la libertad contra un régimen tiránico. Tan reciente como el 28 de febrero de este año, el secretario de estado John Kerry afirmó que Estados Unidos estaba por primera vez enviando “ayuda no letal” a la oposición Siria, posición pública que ha mantenido durante los recientes llamados para duplicar la ayuda a los rebeldes sirios y llegar a una meta de más de mil millones de dólares en ayuda internacional.

Y luego está la realidad de los verdaderos intereses del occidente en el conflicto sirio, en el cual más de 70.000 personas han muerto y sobre 1 millón desplazada. Desde al menos principios del 2012, la CIA ha estado enviando grandes cargamentos de armas a Siria a través de apoderados regionales. Muchas de estas armas a su vez han caído en manos de militantes sunitas extranjeros trabajando con Jabhat al-Nusra– un grupo caracterizado como terrorista por los EE.UU. y afiliado al al-Qaeda–que ha emergido como la fuerza militar principal de la oposición. (New York Times, 8 de diciembre de 2012)

Un comunicado oficial del Departamento de Estado con fecha del 11 de diciembre de 2012 documenta cómo “desde noviembre de 2011, el Frente al-Nusrah se atribuyó casi 600 ataques… más de 40 ataques suicidas con pequeñas armas y operaciones con artefactos explosivos improvisados en los centros de ciudades principales… [donde] numerosos sirios inocentes han muerto”.

El New York Times mostró el 27 de abril que el vínculo entre la ayuda occidental y la fuerza del frente al-Nusra de al-Qaida es intencional y estratégica. Confirmando que la oposición siria está dirigida enteramente por afiliados de al-Qaida, el informe señala claramente que: “en ninguna parte de Siria [que está] controlada por los rebeldes no hay en realidad un fuerza de combate secular. … Nusra se ha responsabilizado de una serie de atentados suicidas y es el grupo preferido por los yihadistas extranjeros en Siria”.

Independientemente del carácter en sus comienzos en marzo de 2011, el conflicto sirio se ha convertido en una guerra de poder regional entre militantes equipados y capacitados por el occidente y un régimen políticamente desfavorable. Hay pocas pruebas que sustenten las afirmaciones de los Estados Unidos y sus aliados de que alguna vez hubo alguna facción secular moderada entre la oposición militar. Por el contrario, los datos demuestran abrumadoramente cómo el occidente, por años ha equipado a sabiendas a militantes extremistas con poca consideración por la vida civil.

Intereses geoestratégicos de Estados Unidos

Los motivos para la violenta incursión aparecen como era de esperarse, arraigados en intereses geoestratégicos y no humanitarios. Irán firmó recientemente un acuerdo de 10 mil millones de dólares para un gasoducto con Siria e Irak —rechazado vehementemente por Estados Unidos— que traería hidrocarburos iraníes al Mediterráneo así como a Rusia, que ha intentado ampliar su influencia en el desarrollo de la energía de la región.

Un informe publicado el 2 de enero por la experta en energía Ruba Husari en el Centro de Carnegie Sobre el Medio Oriente, observa que aunque Siria no es gran productora de petróleo o gas, su localización “ofrece acceso a entidades sin litoral mediterráneo en busca de mercados para los hidrocarburos y a los países que buscan acceso a Europa sin tener que pasar por Turquía” y que “nuevas oportunidades surgirían bajo un nuevo régimen sirio”.

La “nuevas oportunidades” inmediatas que impulsan la intervención incluyen el acceso sin trabas al desarrollo energético de la región otorgado a las corporaciones occidentales. Este proceso ya está en marcha. La Unión Europea ha levantado las sanciones y está comprando petróleo de los mismos yacimientos petrolíferos en Siria que han sido usurpados del gobierno sirio por militantes de al-Nusra. La estrategia a largo plazo es la de aislar y debilitar el régimen iraní mediante la eliminación de un importante socio regional, Siria, despejando así el camino para imponer el control imperialista sobre las extensas reservas de energía que abarca desde la Cuenca del Caspio hasta el Golfo Pérsico.

Dudosas declaraciones de funcionarios occidentales y de Israel, redactada en idioma sospechoso de probabilidad desconocida como “variable confianza” y “pruebas limitadas”, ahora han acusado al régimen de Assad de uso de armas químicas, una obvia “línea roja” para una respuesta militar directa por parte de los Estados Unidos y sus aliados.

Nada menos que la funcionaria de las Naciones Unidas Carla Del Ponte, quien colaboró con la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Yugoslavia, expone la acusación sobre armas químicas. Ella dice que si se utilizaron armas químicas, fueron las fuerzas anti-Assad que las utilizaron. (Reuters, 5 de mayo)

La rancia y transparente retórica del occidente sobre la promoción de los derechos humanos y la democracia, no puede tolerarse sobre Siria. Lo que se está construyendo es una descarada intervención imperial, que no tiene real respeto de los derechos humanos o de la vida. Esto debe ser reconocido universalmente.

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