Tres crisis del sistema capitalista: 1873, 1929 y 2007

Este artículo es la introducción al libro, “ El capitalismo en un callejón sin salida, Destrucción de empleo, sobreproducción y crisis en la era de la alta tecnología — un punto de vista Marxista”, por Fred Goldstein. Traducido por Manuel Talens y Atenea Acevedo. Revisado por MO.

El capitalismo, sistema de producción con fines de lucro, está en un callejón sin salida. La plaga del desempleo masivo, el subempleo, los bajos salarios, la destrucción de los beneficios, los recortes de servicios sociales y el aumento de la pobreza ha sobrepasado sus límites y está hundiendo en un desastre sin alivio a la clase trabajadora multinacional y a los pueblos oprimidos del mundo. Además de la amenaza a la clase obrera, la estructura vital que sostiene el medio ambiente del planeta está en grave peligro.

Toda una generación de trabajadores/as se enfrenta a un futuro sombrío. Para una mayoría cada vez más numerosa, el capitalismo sólo guarda en reserva desempleo, trabajo marginal no calificado y bajos salarios, ya que cada vez son más las habilidades ahora incorporadas en el software y en la maquinaria. La tecnología y la competencia salarial orquestada por la patronal a escala planetaria siguen impulsando la caída de los salarios.

Entre las consecuencias políticas y sociales más venenosas de la crisis se encuentran la intensificación del racismo, el crecimiento de la industria carcelaria, el aumento de la persecución de inmigrantes y trabajadores/as indocumentados/as y la guerra contra las mujeres y lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. La clase dominante busca sembrar la división entre las masas por todos los medios posibles con el fin de desviar la atención del fracaso del sistema económico y del obsceno crecimiento de la desigualdad.

Éstas son las últimas e inevitables consecuencias de las leyes del desarrollo capitalista que impulsan la evolución de un sistema basado en las ganancias. El capitalismo ha entrado en una nueva etapa, en la que las crisis agudas de bajo crecimiento y estancamiento se han convertido en la “nueva normalidad”. El ciclo histórico de auges y crisis sucesivas, con los que la economía se desplomaba periódicamente para luego volver a levantarse y a alcanzar nuevas cimas, se ha terminado.

El capitalismo ha generado periódicamente docenas de crisis cíclicas por lo menos desde 1825, cuando la primera auténtica crisis de sobreproducción internacional azotó al planeta. Pero la crisis actual va mucho más allá de aquellas crisis cíclicas normales.

Cualesquiera que sean los auges y las caídas, nada podrá sacar al sistema de este prolongado callejón sin salida, ni los billones de dólares inyectados en rescates bancarios y corporativos ni los invertidos en gasto militar para guerras e intervenciones limitadas ni mucho menos cualquier cura cosmética que se aplique en la herida económica bajo la forma de “estímulos”.

Este libro se ocupa exclusivamente de la crisis actual en EE.UU., pero eso no significa que sea la primera vez que el capitalismo se ha metido a un callejón sin salida. Al menos dos veces antes se encontró en igual situación, sin poder crecer, abocado a retroceder hasta el abismo.

De hecho, la crisis económica que se inició con el colapso del mercado de la vivienda en diciembre de 2007 se asemeja a las dos grandes crisis anteriores: la de 1873-1896, a veces denominada la Depresión Prolongada, y la de 1929-1939 o Gran Depresión.

La Depresión Prolongada alcanzó a todo el planeta y en EE.UU. fue en realidad una serie de graves depresiones. La caída inicial comenzó con el colapso económico de una gigantesca burbuja del ferrocarril y duró desde 1873 hasta 1877. Esto llevó a la contracción económica más prolongada que jamás haya habido en la historia de EE.UU., ya que duró 65 meses consecutivos. Una breve recuperación se siguió de otro colapso en la década de 1880. Aquella crisis final, la más drástica, se debió al estallido generalizado de una segunda burbuja especulativa, esta vez del ferrocarril y de la tierra.

La crisis se prolongó casi hasta el cambio de siglo. Durante todo el período hubo tasas de desempleo de dos dígitos y una feroz lucha de clases, desde la huelga ferroviaria de 1877 hasta las huelgas de mineros en las minas de carbón de Pennsylvania, pasando por las luchas obreras de Haymarket en 1886 por una jornada de ocho horas, la huelga del acero en Homestead en 1892 y la huelga del ferrocarril Pullman en 1894. En muchas de aquellas contiendas de clase, los trabajadores hicieron uso de la autodefensa armada contra los ejércitos de rompe-huelgas a sueldo de los empresarios.

Se considera que la Gran Depresión empezó en 1929 con el colapso de una gigantesca burbuja bursátil. Sin embargo, estuvo precedida por el colapso de una burbuja especulativa de la tierra, que alimentó el colapso del mercado de valores, el cual a su vez llevó a quiebras bancarias masivas y a un hundimiento económico a gran escala. En 1931 la tasa de desempleo en EE.UU. fue del 25%. Un breve repunte económico entre 1934 y 1937 se siguió de otro derrumbe, que duró hasta 1939.

Al final de este período el desempleo era del 17% y nunca bajó de dos dígitos, ni siquiera durante la breve recuperación. En 1934 hubo manifestaciones contra el desempleo y la hambruna y huelgas municipales generales en San Francisco, Toledo y Minneapolis. A partir de 1935, los obreros ocuparon cientos de plantas en todo el país, entre ellas la victoriosa y legendaria huelga de brazos caídos en Flint, que implantó los sindicatos en General Motors. Aquellos años fueron un período de desarrollo prerrevolucionario.

Existen muchas diferencias entre la crisis a finales del siglo XIX y la de la década de 1930, pero también algunas similitudes importantes y fundamentales que ayudan a la comprensión de la crisis actual.

En ambas, el funcionamiento automático del mercado capitalista, el ciclo normal de auge y caída del desarrollo capitalista, se quedó exhausto. El capitalismo llegó a un punto en el que ninguna medida de carácter económico podía por sí sola mantener el sistema en movimiento ni hacerlo avanzar por más tiempo. Estaba sumido en una parálisis económica; el desempleo masivo sobrepasaba la capacidad del sistema.

Ambas crisis se vieron precedidas por largos períodos de enorme crecimiento de las fuerzas productivas, grandes avances en tecnología e incrementos importantes en la productividad de la clase trabajadora.

Desde mediados del siglo XIX, la aplicación de la ciencia a los procesos industriales y a las comunicaciones dio lugar a lo que suele denominarse la segunda revolución industrial. Hubo mejoras importantes en los procesos de producción del acero y los productos químicos, el uso generalizado de los motores de combustión interna, el desarrollo de la perforación para la exploración del petróleo, el telégrafo y otros muchos avances. Estos progresos tecnológicos provocaron grandes impulsos en el crecimiento de las fuerzas productivas, incluido el desarrollo masivo de la red de ferrocarriles.

Dichos avances en la ciencia y la industria coincidieron con la aniquilación de los pueblos indígenas y la incautación de sus tierras – forzando a los/as africanos/as capturados/as a una esclavitud que tras la Guerra Civil adoptó una forma modificada, la denominada aparcería. También se acompañó de la anexión de la mitad de México y la importación de mano de obra china. Todo esto sentó las bases para la apropiación de tierras e hizo posible la construcción de una red ferroviaria transcontinental, imperios mineros y madereros y el crecimiento meteórico del capitalismo estadounidense en el período posterior a la Guerra Civil.

Del igual modo, en el período comprendido entre principios del siglo XX hasta la crisis del 1929, el capitalismo dio un salto tecnológico hacia la era de la producción en masa. Fue el período conocido por el surgimiento del “fordismo”, es decir, la línea de montaje, además de la denominada gestión “científica” del estudio del tiempo y el movimiento, de hecho el “speedup” (aceleración) científico. [N.T. MO: El manejo del tiempo y el movimiento fue estudiado científicamente para evaluar la eficiencia, el tiempo tomado por cada trabajador en cada uno de los movimientos hechos durante la producción, de forma que se eliminen los movimientos innecesarios y se establezca una normativa de tiempo por movimiento. Esto llevó a la aceleración del trabajo (speed-up)].

El crecimiento económico se vio alimentado por la producción en masa de automóviles, la nueva tecnología de construcción de carreteras, la electrificación de la industria manufacturera, la llegada de la electricidad a los hogares, el teléfono y la producción en masa de radios y electrodomésticos, entre otras cosas.

Una vez más, como en el siglo XIX, la productividad del trabajo aumentó exponencialmente. Y, también una vez más, el consumo no pudo mantener el ritmo de producción. Poco antes del colapso económico, la producción empezó a declinar y se redujeron los beneficios. La Depresión vino después.

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