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Via Servicio de Noticias Mundo Obrero
Reimpresa de la edición del 4 de septiembre de 2003
del periódico Mundo Obrero
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La codicia capitalista
cortocircuita la red eléctrica

Por Deirdre Griswold
New York

Fluye instantáneamente de ciudad a ciudad, de estado a estado, de región a región, incluso a través de las fronteras nacionales. Donde hay demanda, penetra inmediatamente. Donde no puede aprovechar un beneficio, mengua. En ocasiones el fluido se interrumpe en un momento crítico, y surge una crisis.

La compleja red a través de la cual viaja enriquece a muchas empresas, pero tan sólo algunas pocas y gigantes corporaciones dominan por completo el proceso.

No, no estamos hablando de electricidad. Hablamos del capital.

Para comprender por qué el 14 de agosto la red eléctrica falló una vez más en gran parte de los Estados Unidos, es necesario saber qué es lo que le sucede a la amplísima riqueza social creada por el trabajo colectivo de millones de trabajadores en el país más rico del mundo. Esta enorme riqueza ha sido empleada para generar una máquina militar más moderna y poderosa que en cualquier otro bloque de naciones del planeta. Y ha producido una clase de magnates con activo mayor que muchos países enteros.

¿Es debido a eso que, en pleno siglo XXI, la distribución de electricidad en los EE.UU. haya sufrido un colapso monumental?

Tal y como el escándalo Enron y la debacle energético de California demostraron, capitalistas han amasado fortunas inmensas, legal e ilegalmente, mediante la venta de electricidad como mercancía. Entre los años 1999 y el 2000, los ingresos totales por servicios de este tipo aumentaron un 32 por ciento y las ganancias por valores subieron hasta el 11 por ciento. A pesar del estancamiento del resto de la economía, el promedio de recuperación de las inversiones en servicios energéticos es ahora la más grande que se conoce en los últimos diez años. Los dividendos por servicios de este tipo son tres veces mayor que el promedio de los 500 de Standard & Poor.

Al mismo tiempo, estas empresas, no han encontrado interesante invertir en la actualización y mejora de la red -la enorme y compleja línea que transmite electrones desde los generadores hasta los consumidores.

La inversión en transmisión eléctrica es ahora la mitad que la de hace 10 años.

Por eso incluso aunque exista exceso de capacidad en el área de generación eléctrica -suficiente para satisfacer los picos de demanda- los cuellos de botella afloran en el área de transmisión. Los ordenadores que dirigen la electricidad a través de las líneas desde los vendedores a los compradores están programados para producir abultados beneficios -frecuentemente a costa de la eficiencia y la conservación de la energía. La electricidad se envía a cada vez mayores distancias, si bien perdiendo potencia en el camino.

La regulación comenzó
en la década de los 30

Durante más de un siglo, la disponibilidad fiable de fuerza eléctrica ha sido totalmente indispensable para el crecimiento del capitalismo estadounidense. Esto fue dolorosamente claro para las clases dominantes durante la Gran Depresión, cuando el hundimiento de los negocios de muchas empresas energéticas contribuyó a la implosión de la economía.

Tal y como muchos de los capitalistas hacen, entonces y ahora, encantados de atacar al gran Estado, los astutos representantes políticos de los grandes negocios en la Administración Roosevelt intentaron rescatar del caos a su propia clase decretando un paquete de medidas que aseguraría el acceso a la energía eléctrica a través de los EEUU a unos precios relativamente bajos garantizando a las empresas privadas de la energía un beneficio. Muchas de estas empresas pertenecieron a dueños locales.

Sin embargo, el tremendo crecimiento en la demanda eléctrica de las décadas recientes ha estimulado el apetito del gran capital y aquella regulación les resulta ahora insatisfactoria. Sus grupos de presión han empujado para que se produzcan desregulaciones parciales de algunas áreas.

Enver Masud, que dirigió el Estudio de la Red de Energía Nacional en EEUU en 1980, y el Estudio de Fiabilidad Eléctrica Nacional en 1981 para el Departamento de Energía estadounidense, escribió el 18 de Agosto en el periódico Christian Science Monitor: cambio, la desregulación estaba mal denominada. Lo que realmente sucedió fue que las nuevas leyes y regulaciones estaban puestas en su sitio, y un sistema bien comprobado que favorecía la minimización de costos se reemplazó por un sistema sin examinar que fomentaba la maximización de beneficios. También fracturó la responsabilidad de garantizar una fiabilidad completa del sistema".

El cambio de las normas hizo más fácil cerrar las plantas eléctricas menos rentables, la separación de la propiedad de las plantas de aquellos de las líneas de transmisión, y despedir en todo este recorrido a muchos trabajadores. El control de la industria pasó de compañías energéticas menores a las corporaciones de mayor capacidad -y ahora a manos de los bancos y firmas financieras que andan detrás de ellas.

¿Quién es dueña de la industria? La gran banca

"La mayor fuerza de la industria energética hoy día no son las grandes compañía de gas natural o de energía eléctrica, sino los grandes bancos como Goldman Sachs, Morgan Stanley y Citigroup," tal y como afirma el New York Times del 19 de Agosto. Estas compañías de Wall Street se han movido "agresivamente" dentro del mercado de energía, y han comprado plantas de energía, señaló el Times, porque "las ganancias que se ofrecen son atractivas y la capacidad infrautilizada... puede ser comercializada en mercados abiertos rentablemente".

Si tuvieses una radio que funcione a pilas en Nueva York durante el apagón, podrías escuchar la Radio Bloomberg, la cual se llama a sí misma "la única Estación de Radio Global del Mundo". Sí, el alcalde, Michael Bloomberg, el también millonario propietario del imperio de la comunica ción y las noticias financieras. Mientras millones de personas se armaban de pacien cia, narraba sobre lo bien que enfrentaba la ciudad el hecho -una referencia al alcalde y otros funcionarios, por supuesto.

Claro, Wall Street estaba en una de las zonas en que la energía se restauró primero. Las luces de neón iluminaban en el Times Square, también, doce horas antes que millones de residentes pudiesen utilizar sus refrigeradores, ascensores o ventiladores.

Aún no se encendían los semáforos en muchas zonas. Los trenes subterráneos estaban inmóviles. Las temperaturas aumentaban en los grandes cañones de concreto y los rascacielos.

En Detroit y Cleveland, millones de personas se enfrentaban ante un problema peligroso, añadido al resto de problemas, dado que el corte del suministro dejaba inutilizables las bombas de agua.

Pero en Wall Street, "los precios de la energía en el Noreste hirvieron el viernes, el día siguiente al apagón, llegando a más de $1.000 un megavatio por hora desde un precio promedio más cerca a los $100" (New York Times, 19 de agosto.)

Los bancos y financieras de Wall Street que recientemente habían adquirido el negocio de la energía hacían su agosto.

¿Emplearán este dinero para reconstruir la red de energía? Incluso aunque hayan saltado muchas alarmas que un desastre se podría dar, no han hecho nada todavía. Estos ingresos se están repartiendo realmente entre propietarios y accionistas.

La careta y la interpretación que los medios de comunicación le han puesto a lo que se ha nombrado el Gran Apagón del 2003 es que el apagón se produjo por la falla de la maquinaria capitalista de introducir en el proceso de mejora de la red de transmisión eléctrica una herramienta para sacarle ventaja--lucro. Ese es el 'mantra' del capitalismo: si no es rentable, no lo hagas. Seguramente, a consecuencia de esto, los políticos y los medios de comunicación demandarán mayores tasas de interes y rescates económicos gubernamentales para costear las nuevas y mejores líneas eléctricas. El Secretario de Energía Spencer Abraham ya ha aparecido en televisión para anunciar que los consumidores parece que tendrán que pagar hasta $50 billones de dólares en cobros por el uso de electricidad.

De cualquier modo, la carga de cualquier nueva construcción, recaerá con todo su peso sobre la clase trabajadora, especialmente sobre las comunidades de color, tanto consumidores como contribuyentes sin caros abogados que les puedan encontrar los huecos de la ley. Además, la industria criticará más fuerte las leyes de naturaleza medioambiental culpándolas de limitar la producción, incluso cuando ese no sea el problema.

Los desastres son cada vez
más grandes

Este corte es aún peor que los masivos fallos energéticos que pararon el Noreste el 9 de Noviembre de 1965, que paralizaron la ciudad de Nueva York el 13 de Julio de 1997, y en el muy caluroso verano de 1996, que causaron apagones en 11 estados del Oeste, Alberta y la Columbia Británica en Canadá, y la Baja California en México. Después de aquellos desastres, se produjeron exámenes de cómo funcionó la red eléctrica. Se formaron nuevas organizaciones -El Consejo de Fiabilidad Eléctrica de Norte América fue la respuesta de la industria después de 1965- y se dispusieron mecanismos para aislar el problema ante cortes eventuales. De manera que no se esperaba que nuevos apagones volvieran a producirse.

Pero sucedieron, y el día que las temperaturas alcanzaban los 90 grados Fahrenheit--un calor no usual para esta época del año. Y esta vez afectó un total de 50 millones de personas de EEUU y Canadá.

Es posible que los capitalistas individuales no son muy inteligentes, pero tienen mucha gente inteligente trabajando para ellos. Su clase ha sido advertida una y otra vez de que el sistema de transmisión energética es anticuado e inadecuado. Ahora ha sido otro colapso el que le ha costado a sus negocios billones de dólares -sin mencionar el desorden, los inconvenientes y el peligro que ocasiona a decenas de millones de hogares.

Para la clase dominante incluso todavía, al igual que el anticuado sistema de control de tráfico aéreo -que se colapsó en el área de Nueva York sólo unos días después del apagón, por razones no relacionadas- los costos reales del desastre parecen más aceptables que la necesaria revisión de la infraestructura.

Todo esto parece irracional, pero no debemos fijarnos en la irracionalidad de los individuos sino en la de un sistema económico que se atrinchera cuando el mundo ha cambiado sustancialmente. El capitalismo ha revolucionado los medios de producción durante los últimos 200 años, pero no puede reconciliar los intereses a largo plazo de la Humanidad -conformada mayormente de trabajadores que están ahora conectados por tropecientos hilos en una economía global- con su necesidad de obtener beneficios inmediatos para unos pocos privilegiados.

Irónicamente, su deseo de rentabilidad crece más precisamente cuando el sistema produce bienes baratos en cantidades siempre mayores. La creciente crisis de sobreproducción conduce a los administradores del capital a tomar mayores riesgos y a tomar decisiones que pueden mejorar su verdadera razón de hoy, a la vez que magnifica el potencial de un desastre futuro.

Políticos desde Bush a Bloomberg realizaron un elogio a la población por su calma y conducta ordenada durante el corte. Fue una táctica, por supuesto, para distraer la atención de las causas de los problemas y de su propio papel tanto como pilares del capitalismo estadounidense y moldeadores de la política pública.

Sin embargo lo que la gente trabajadora mostró, es que no necesitan de los Bush ni de los Bloomberg, y ni de los propietarios de las compañías de suministro eléctricos y tampoco de los bancos. Ellos demostraron tener la capacidad y habilidad de realizar el trabajo bien hecho, cualquier trabajo.

Aquellos que claman por una mayor regulación estatal de la industria energética olvidan quienes son los dueños el gobierno. No solo Halliburton o Enron, sino cientos de otras empresas ladronas se han asegurado de colocar a su gente en los asientos del poder político. Cuando los zorros cuidan el gallinero, las gallinas terminan en el caldero.

Tanto el capitalismo se vuelva cada vez más disfuncional, se debe encontrar un modo para romper los lazos de la propiedad privada y reunir la riqueza económica y al pueblo. Los Panteras Negras tenían un eslogan que acertaba a sintetizar esta idea: Power to the People (El poder para el Pueblo.)

(Copyright 2003, Workers World Service. Todos los derechos reservados. Permiso para reimprimir artículos dado si se cita la fuente. Para más información escriba a: Mundo Obreror/Workers World, 55 W. 17 St., NY, NY 10011; por e-mail: [email protected]. WWW: http://www.workers.org)

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