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Guerra de EE UU en Pakistán crea inmensa crisis de refugiados

Por Deirdre Griswold

No hay ninguna duda: La terrible crisis humanitaria que ahora está ocurriendo en el área del noreste de Pakistán, fronteriza con Afganistán y descrita por el Alto Comisionado para Refugiados de la ONU (UNCHCR por la siglas en inglés) como la peor crisis de refugiados desde la crisis en Ruanda del 1994, fue causada directamente por el gobierno de Estados Unidos y el Pentágono.

Más de 2 millones de personas fueron forzadas a abandonar sus hogares cuando el ejército pakistaní, financiado y equipado por el Pentágono, entró en el Valle Swat después de una semana de intensos bombardeos, por aire, aviones de guerra y helicópteros con ametralladoras.

La UNCHCR dijo que casi un millón y medio de personas se han registrado para recibir asistencia desde que la lucha comenzó hace tres semanas, elevando el número de desplazados/as en la provincia Frontera Noroeste a más de 2 millones, sin incluir las 300.000 que el gobierno provincial cree que no se han registrado. (The Guardian/UK, 19 de marzo) El sufrimiento lo padece gran parte de la población en el área. ‘Según los reportes de la ONU, solamente 130.000 personas están siendo acomodadas en los campos de los distritos de Mardan y Swabi, mientras que la mayoría están siendo forzados a albergarse con amigos/as y parientes, hasta 85 personas en una casa.’ continúa reportando el Guardian.

No hay un recuento de las muertas ni de los/as heridos/as. A la prensa no se le permite entrar en el área.

Washington ha estado exigiendo esta ofensiva por muchos años. Aún cuando el General Pervez Musharraf era todavía el dictador “electo” de Pakistán, artículos en el New York Times y Washington Post expresaban las frustraciones de la política exterior de los Estados Unidos y del establecimiento militar sobre su el titubeo para moverse forzosamente en contra de estas regiones semiautónomas a lo largo de la frontera.

Musharraf tuvo que entregar su puesto cuando un movimiento popular masivo colocó al partido de oposición en liderato hace un año, aún cuando su candidata presidencial, Benazir Bhutto, fuera asesinada después de que regresara del exilio. Su puesto fue ocupado por su esposo, Asif Ali Zardari.

Zardari, ahora presidente de Pakistán, ha cedido a la tremenda presión de Washington y lanzó la ofensiva en contra de las áreas que Estados Unidos afirma están controladas por el Talibán, un grupo político-religioso que Estados Unidos apoyaba hasta hace poco, cuando quería derrocar al gobierno progresista de Afganistán que estaba cercano a la Unión Soviética.

Un ominoso cambio de comando

Al mismo tiempo, el Secretario de la Defensa de Estados Unidos Robert Gates reemplazó al comandante en Afganistán, General David McKiernan, con el Teniente General Staley McChrystal. Tan malo como era McKiernan, parece que McChrystal será aún peor para la gente de ese país.

El currículum de McChrystal incluye años de haber estado a cargo del Comando de Operaciones Especiales Conjuntas, efectivos “special ops” que son entrenados para ignorar las leyes convencionales de guerra y han sido descritos como tipos que “cortan cuellos y comen culebras”, en otras palabras, son los especialistas en la forma más viciosa de matar.

La administración de Obama también está enviando miles de tropas estadounidenses más a Afganistán, a pesar del obvio mandato que recibió del pueblo para acabar con las guerras allí y en Irak y traer las tropas a casa.

Toda esta sangre derramada y las amenazas no pueden borrar el hecho de que la guerra de los EEUU en Afganistán está en un profundo aprieto. Se está admitiendo cada vez más abiertamente en los medios de comunicación occidentales que la población está claramente en contra de la guerra y la ocupación. Las protestas ocurren con regularidad, especialmente cuando otro pueblo pequeño ha sido bombardeado y decenas de personas son incineradas o despedazadas por bombas de los EEUU.

Entonces, en su manera típica, los imperialistas están intensificando la guerra para rescatarla. Han desatado una cadena entera de circunstancias en Pakistán, esperando forzar una confrontación entre musulmanes militantes contra quienes desean un país secular. También están contando con usar el ejército pakistaní en contra del pueblo, al igual que lo hicieron antes con éxito durante una larga serie de dictadores militares sostenidos por los EEUU.

El imperio británico fue construido sobre la estrategia de dividir para conquistar. Le serviría a los halcones del Pentágono recordar lo que le pasó a los británicos cuando intentaron conquistar una vez más a Afganistán en los años 1890.

Los británicos destruyeron pero no conquistaron

A pesar de su política de quema tierra y su empleo de soldados mercenarios de la India, los británicos no pudieron conquistar a Malakand, la misma región que ahora está siendo bombardeada, en su campaña de 1897 en contra del pueblo pashtu. El mismo Winston Churchill participó en esa campaña y escribió un libro vilmente racista sobre el tema.

Los británicos tenían ametralladoras y pudieron masacrar a los heroicos defensores pashtus, pero nunca los pudieron conquistar.

Hoy, el director de la región Asiática-Pacifica de Amnistía Internacional, Sam Zarifi, dice que el ejército pakistaní “parece que está persiguiendo una política de quema tierra” en Malakand. El ejército ha impuesto una política de “disparar contra todo lo que se mueva” contra cualquier persona que viole el toque de queda indefinido que se ha impuesto. (Washington Post, del 14 de mayo)

Pero el espíritu de resistencia a la dominación imperial/colonial que derrotó a los británicos en 1897 sigue fuertemente en el Valle Swat y en la región entera de la Frontera Noroeste. Las atrocidades más recientes harán imprimirlo más profundamente en el corazón del pueblo durante futuras generaciones.


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