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Lo que hay detrás de la crisis de los servicios de salud: hambre por ganancias

Por G. Dunkel

La mayoría de los reportes en la prensa sobre la crisis que sufre el sistema de seguros de salud en Estados Unidos y la lucha por expandir el Programa Estatal de Seguros para la Salud de los Niños, (SCHIP por sus siglas en inglés), ignoran el costo humano. Según el departamento del censo, unas 47 millones de personas no tienen seguro de salud y por lo tanto se enferman más, sufren más y algunas veces mueren innecesariamente por no tener acceso al sistema de salud.

Aún para much@s que tiene seguro, los co-pagos—el pago compartido—pueden ser tan altos que much@s se ven forzad@s a abandonar el servicio. Las compañías de seguro también usan cientos de razones o excusas para negar una petición, desde denominando tal condición como “previa” o designando un tratamiento como algo “experimental” o “fuera de la red.” Las compañias muchas veces han negado peticiones legítimas de manera rutinaria, en espera a que la persona asegurada no insista en su petición.

Aquell@s con problemas de salud no son l@s únic@s que sufren por falta de seguro de salud. Sus familiares y la sociedad entera pierde lo que estos individuos podrían contribuir.

Sin seguros para la salud, alguien cuya condición podría ser tratada a bajo costo en la oficina del médico, muchas veces tienen que acudir a un sala de emergencia donde el costo es mucho mayor. Un derrame cerebral—causado por no haberse tratado la presión alta—se pudo haber evitado si la persona hubiese tenido acceso a un medicamento relativamente barato para la presión alta. Sin embargo, el costo del cuidado de las personas que han sufrido un derrame puede ser de cientos de miles de dólares, un gasto que tendrá que ser absorbido por una beneficencia.

El seguro de salud fue ofrecido en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial como beneficio para atraer trabajadores, cuando los empresarios no podían ofrecer salarios más altos. El seguro de salud se convirtió en beneficio de muchos trabajos cuando el Departamento del Tesoro (IRA, siglas en inglés), denominó a comienzos de los años cincuenta, que el costo no podría ser contado como ingreso y por lo tanto no se le cargaría ningún impuesto.

Más de $2 millones de millones de dólares se gastan en el cuidado de la salud anualmente en los Estados Unidos o el 16% del Producto Interno Bruto de los Estados Unidos. El Commonwealth Fund dice que, “El sistema de salud de los Estados Unidos es el más caro del mundo, pero análisis comparativos muestran una y otra vez que en Estados Unidos su funcionamiento no es tan bueno como en otros países,”

El reporte estudió seis países—Australia, Canadá, Alemania, Nueva Zelandia, el Reino Unido y Estados Unidos, y afirma que Estados Unidos está en el último lugar. Y continúa, “lo más perturbador es que Estados Unidos no logra tener mejores resultados que los otros países y... que Estados Unidos es el peor en relación al acceso, seguridad de pacientes, eficiencia e igualdad.”

El reporte del Fondo Commonwealth del 2007 se puede encontrar en commonwealthfund.org poniendo en el buscador “Mirror, Mirror”.

La población de los EEUU gasta $6.100 al año por persona en el cuidado de la salud. En Canadá, el país con el segundo sistema más costoso de los seis estudiados, la cifra es de $3.100. La gente de EEUU, sin embargo, obtiene resultados miserables. La pregunta es, entonces, ¿por qué EEUU mantiene ese sistema?

El debate sobre el programa SCHIP da una pista sobre la respuesta a esta pregunta. SCHIP proporciona seguro médico a l@s niñ@s de familias cuyos ingresos son demasiado altos para calificar para Medicaid, pero demasiado bajos para poder comprar un seguro de salud o cobertura familiar de su empleo, la cual puede costar hasta $350 al mes. Medicaid sólo cubre a las familias extremamente pobres.

La cifra de niñ@s sin seguro médico está aumentando. El Senado y la Camara de Representantes aprobaron propuestas de ley extendiendo la cobertura de SCHIP y permitiendo a los estados incluir a familias cuyos ingresos son hasta más de un 450 por ciento que el nivel de pobreza; es decir, que familias con ingresos anuales de $82.000 y menos, califican.

La reacción de la Casa Blanca fue brutalmente franca y a la vez hostil a la clase trabajadora: “Esta propuesta de ley esencialmente extiende un beneficio de asistencia social a los hogares de la clase media”, declaró la Oficina de Manejo y Presupuesto de la Casa Blanca. (Washington Times, el 4 de septiembre) El Presidente George W. Bush ha expresado repetidamente su intención de vetar cualquier propuesta de ley SCHIP basada en las provisiones de la Cámara de Representantes o del Senado porque “claramente favorece el cuidado de la salud gubernamental sobre los seguros de salud privados”.

Cuando estuvo claro que el Congreso iba a superar tal veto, la Casa Blanca intentó otra senda. Bush estableció reglas que tendrían el efecto de imposibilitar a los estados expandir su cobertura.

Básicamente lo que la Casa Blanca ha hecho es preservar las ganancias que fluyen a las empresas privadas de seguro médico. La administración de Bush ignoró incluso el malgasto de fondos gubernamentales por estas compañías que proporcionan seguros de salud. Según un reporte congresional, a las “empresas privadas de seguro que participan en Medicare les ha sido permitido quedarse con decenas de millones de dólares que debían haber devuelto a los consumidores; y la administración de Bush no hizo una auditoría debida a las compañías, ni el intento de recuperar los pagos hechos erróneamente”. (New York Times, 9 de septiembre.)

Es la ambición capitalista por ganancias, ganancias enormes producto de los $2 millones de millones gastados anualmente en el cuidado de la salud, que mantiene al sistema del cuidado de salud en los EEUU costoso e inadecuado.


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