EDITORIAL
Los amigos de Pinochet siguen vivos
El brutal dictador General Augusto Pinochet, quien gobernó Chile por medio
de homicidios y terror policial desde 1973 hasta 1990 —asesinando a
decenas de miles de obrer@s, organizador@s y progresistas, abriendo su
país al pillaje de corporaciones imperialistas, murió el 10 de
diciembre, Día de los Derechos Humanos.
Muchos chilen@s recuerdan con demasiada claridad su cruel régimen.
Celebraron su muerte en las calles de Chile. Y cuando algunos en el gobierno
actual se atrevieron a bajar las banderas en su honor, las multitudes se
enfrentaron a la policía y otras autoridades.
Lo que no aparece en los reportes periodísticos en los medios de
comunicación monopolistas, especialmente aquí en los Estados Unidos,
es el papel jugado por la CIA en el golpe de estado sangriento que llevó a
la dictadura militar al poder.
El ex secretario de estado Henry Kissinger, mientras estuvo en la Casa Blanca
de Nixon, conspiraba con la CIA, el Pentágono y los militares chilenos
para desestabilizar el gobierno pro-socialista de Salvador Allende elegido
democráticamente, y remplazarlo con una dictadura sangrienta.
Para las corporaciones transnacionales ricas y poderosas y para los medios de
comunicación monopolistas Pinochet fue un arma contra
l@s trabajador@s y l@s pobres que se atrevían organizarse para liderar la
sociedad. La ex primera ministra británica Margaret Thatcher fue entre las
primeras personas en expresar su “tristeza” por la muerte de
Pinochet.
Kissinger y Thatcher son criminales mundiales de primera clase, con rangos
más altos que el de Pinochet en el sentido de la amplitud de sus
crímenes.
La administración de Bush ahora habla de “extender la
democracia” en el Medio Oriente y el resto del mundo. Esto es
charlatanería. Los hechos verdaderos son que Washington ha instalado o
apoyado dictaduras: a Pinochet en Chile, Marcos en las Filipinas, Duvalier en
Haití, Somoza en Nicaragua, Suharto en Indonesia y Mobutu en Congo (Zaire)
para nombrar unos pocos de los clientes de Washington durante la Guerra
Fría.
El golpe de estado en Chile, maniobrado por los EEUU, ofrece una lección
valiosa para quienes luchan por el socialismo —es una lección
leninista sobre el carácter clasista del estado capitalista. El ser
simplemente elegid@ al poder no permite a la clase trabajadora o a sus partidos
regir la sociedad — no mientras el ejército, la policía, las
cortes, las prisiones y los medios de comunicación queden en manos de la
clase dominante capitalista.
Pinochet ha ganado el odio de l@s trabajador@s chilen@s, que sufrieron tanto en
la sangrienta contrarrevolución. Pero sin el apoyo del imperialismo
estadounidense, y sus aliados, Pinochet jamás hubiera sido exitoso en su
golpe de estado criminal el 11 de septiembre de 1973.
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