Masacre y corrupción acompañan al Plan Colombia
Por Berta Joubert-Ceci Durante su viaje por América
Latina a finales de abril, la Secretaria de Estado de los Estados Unidos,
Condoleezza Rice se detuvo en Bogotá para decirle al presidente
colombiano que su gobierno respalda firmemente su política y
continuará financiando sus programas de contrainsurgencia. De hecho, el
Presidente George W. Bush está pidiendo al Congreso $741,7 millones de
dólares para ayuda a Colombia en el año fiscal del 2006. Esta
petición ha sido presentada por Bush a pesar de las crecientes
críticas tanto nacionales como internacionales y de que el 2005 es el
límite para el Plan Colombia. Un artículo de Prensa Asociada
escrita por Andrew Selsky, publicada por muchos periódicos
estadounidenses el 7 de mayo, fue titulado “El respaldo para la Guerra
contra las Drogas en Colombia es criticado”. El artículo
comenzó así: “Rebeldes resistentes. Cosechas de drogas
perennes. Soldados americanos delincuentes envueltos en planes para introducir
cocaína y pasarle municiones robadas a los escuadrones de la muerte
paramilitares. Las malas noticias se han ido amontonando rápidamente,
casi cinco años después de que los Estados Unidos comenzara a
gastar $3 mil millones en su programa de ayuda Plan Colombia para destruir la
producción de cocaína y heroína y acabar con la insurgencia
izquierdista.” Selsky se refiere a las críticas del Plan
Colombia en los EEUU y cita el editorial del Pittsburgh Post-Gazette:
“Colombia se ha tornado en un hoyo sin fondo donde cae dinero y recursos
militares en los últimos cinco años”, y añade que
“El Congreso debe terminar Plan Colombia ahora, en vez de tirar más
dinero”. En otro párrafo Selsky escribió, “John
Waslh, oficial veterano en la oficina de Washington sobre América Latina
dijo recientemente que, “la guerra contra las drogas no está
logrando sus objetivos más
básicos.” ‘Soldados delincuentes’ - lo nuevo
es la publicidad Los ‘soldados americanos delincuentes’ se
refiere a tres incidentes reportados recientemente en los medios. Apenas pasada
la medianoche el 3 de mayo, una llamada anónima alertó a la
policía de Cundinamarca, el departamento donde está la capital,
Bogotá, sobre un evento ‘grande’ en la región
—la entrega de un cargamento. Cuando la policía llegó,
encontró 29 cajas metálicas con 32.900 balas y a tres hombres, uno
de ellos colombiano y un coronel y un sargento de las Fuerzas Especiales del
ejército de los Estados Unidos. Los estadounidenses son dos instruc tores
en el Centro de Entre namiento Nacional del Ejército en la ciudad cercana
de Tolemaida. La mercancía se reportó que sería
vendida a los derechistas paramilitares. Este incidente ocurre luego de
otros dos: el 29 de marzo, cuando cinco soldados estadounidenses, quienes eran
parte de las operaciones ‘anti-drogas’ en el sur de Colombia, fueron
arrestados por cargar 16 kilogramos de cocaína en un avión militar
de los Estados Unidos, y otro caso reciente de un soldado estadounidense que
está siendo investigado por un accidente automovilístico el
año pasado que dejó muerto a dos soldados colombianos mientras
este se escapó. Estos episodios no son únicos ni aislados.
Lo cierto es que parte del Plan Colombia el gobierno colombiano tuvo que
firmar— a petición de Washington,— un tratado que le confiere
inmunidad al personal militar estadounidense, los 800 oficiales y 600
contratistas —que operan en el país. Lo que es nuevo sobre
estos incidentes es que fueron noticias en las redes de comunicación de
Colombia, que reflejan la opinión de parte de la oligarquía. Es
todavía muy temprano para analizar su significado
real. ¿Realineación de la oligarquía
colombiana? El gobernante Parido Liberal tendrá su
convención en junio en medio de una polarización de su
membresía. Un sector está totalmente respaldando a Uribe y el
otro, al cual la popular Senadora Piedad Cordoba pertenece, parece que quiere
tomar una ruta más populista. ¿Refleja esto una reposición de
la clase gobernante colombiana? Uribe también ha hablado de la
posibilidad de formar un nuevo partido independientemente. Algunos analistas
colombianos sugieren que éste podría ser un seguro en caso de que
el Tribunal Supremo invalide una reciente decisión que permite la
reelección. Su promesa de campaña electoral de terminar con la
violencia, la cuál debe leerse como “terminar con la
guerrilla”, no se ha cumplido y ahora él está intentando un
segundo término “para conseguir su meta.” No se debe
olvidar que los paramilitares controlan más de un 30 por ciento del
congreso, tienen posiciones en los gobiernos regionales y locales y administran
cada vez más servicios importantes, incluyendo cuidado médico. Y
que las llamadas negociaciones entre Uribe y los paramilitares en Santa Fe de
Ralito, supuestamente para desmovilizar y desarmarlos, son descritas por los
opositores del presidente como “monólogos” o
“conversaciones del yo con el yo”. De hecho, son un intento,
disfrazado, para legalizar a los paramilitares. Como resultado de la
“desmovilización” están empleando a estos criminales
en los programas de Uribe “de soldados campesinos” y se utilizan
como informantes secretos para acusar, procesar, encarcelar y asesinar a
líderes del movimiento social civil no armado, progresista y popular.
Éstos “paramilitares desmovilizados” se dejan entonces libres
en las comunidades rurales y urbanas, constituyendo así un peligro
permanente. La conexión de Uribe con los paramilitares desde antes de que
él asumió la presidencia está bien documentada. Uribe
está claramente poniendo todos las piezas en su lugar para un estado
fascista. ¿Están todos los miembros de la clase dominante
detrás de este esfuerzo? ¿Hay un sector entre ellos que siente que
sus intereses económicos y financieros no se están sirviendo bien
bajo estas circunstancias? Particularmente cuando los pueblos latinoamericanos
están en semi insurrección y el presidente Bolivariano de
Venezuela está avanzando rápidamente un plan de integración
de la región y aumenta la posibilidad de comercio con otros países
aparte de los Estados Unidos. Los conservadores están criticando al
plan Colombia por su fracaso en su meta declarada de suprimir la industria de
narcóticos y su intención de destruir la insurrección
armada, lo cual ya no se puede esconder más. Pero las organizaciones
progresistas en Colombia y alrededor del mundo lo culpan por causar los abusos
terribles de derechos humanos que han tomado la vida y la libertad de millares
de colombian@s. Con todo, el 27 de abril, durante una rueda de prensa con
la Ministra de Asuntos Exteriores de Colombia, Carolina Barco, en la Casa de
Nariño -el palacio presidencial—Condoleezza Rice dijo: “Acabo
de tener una reunión muy productiva con el presidente Uribe. Fue una
reunión en la cual pudimos discutir el progreso impresionante que el
gobierno de Colombia ha hecho en mejorar la seguridad, la consolidación
de la democracia, y de hecho, su compromiso con la protección de los
derechos humanos”. Costo humano del Plan Colombia y del Plan
Patriota Esa “protección” estaba ausente para
Gisella, una bebé de 19 meses de edad que fue asesinada por los
paramilitares en la aldea de Cerro Azul en el nordeste de Colombia al mismo
tiempo que el discurso de Rice. La casa de la bebé fue blanco de un
tiroteo indiscriminado, supuestamente contra guerrilleros. Los campesinos
residentes del lugar que habían advertido al gobierno local sobre la
presencia de los paramilitares en su región, fueron ignorados por las
autoridades. Dicen que 15 personas o más fueron
asesinadas. Crímenes como este ocurren a diario en Colombia. Pero
bajo Uribe han aumentado enormemente, particularmente en el año que
lanzó secretamente un nuevo componente del Plan Colombia, el plan
contrainsurgente Plan Patriota. Es el esfuerzo suyo y de los EEUU para destruir
el liderato del ejército revolucionario, las FARC-EP, en el sur del
país, donde la comandancia guerrillera supuestamente está
localizada. A pesar de duplicar el personal militar y contratista
estadounidense, y de una infusión de equipo tecnológico avanzado,
la guerrilla no ha sido diezmada. Al contrario, la insurrección armada ha
intensificada desde febrero pasado sus operaciones guerrilleras por todos lados,
algo evocativo del valiente ejército norvietnamita. Y a pesar de la
extradición a los Estados Unidos de líderes de las FARC,
Simón Trinidad y Sonia, y del secuestro en Venezuela de Rodrigo Granda,
ninguno de los líderes más altos de la organización ha sido
capturado. La represión se ha hecho feroz contra el movimiento
social no armado, el cual es considerado por Uribe y los paramilitares como la
base de apoyo de la guerrilla y como tal, es acusado de ser “simpatizante
de la guerrilla”. Esta suposición, basada sólo en el
deseo de justicia social de ambas, la población armada y la
población no armada, es suficiente causa para que el régimen lleve
a cabo detenciones masivas, asesinatos selectivos, masacres y muchos otros actos
violentos contra líderes sindicales, afro-colombian@s, indígenas,
campesin@s, estudiantes, defensores de los derechos humanos y cualquier otra
persona que se oponga a la violencia del Estado. La lista de
crímenes cometidos por el estado y los paramilitares, especialmente
mientras está teniendo lugar el proceso de
“desmovilización”, es extensa. He aquí
sólo algunos de los casos que tuvieron lugar en abril y mayo. A
principios de abril el Ejército Colom biano disparó
indiscriminadamente con ametralladoras desde helicópteros a una comunidad
campesina. En otra comunidad, el ejército cerró una mina artesanal
pequeña de oro donde 20 familias trabajaban, con el pretexto de que la
mina pertenecía a la guerrilla. En un barrio en el sur del Putumayo cinco
personas fueron asesinadas por los paras. En Bogotá, el periodista
y profesor italiano, Cristiano Morsolin, ha sido amenazado y perseguido por
paramilatares después de escribir artículos, especialmente para
medios europeos, en los cuáles denunció la masacre en febrero de
residentes de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó.
Morsolin trabaja con Gloria Cuartas, la ex-alcaldesa de San José de
Apartadó y la actual secretaria general del progresista Frente Social y
Político. Trabaja también con el cura jesuíta Padre Javier
Giraldo, un respetado defensor de derechos humanos que trabaja con CINEP, el
Centro de Investigaciones y Educación Popular, el cual ha ido
documentando los abusos en un banco de datos accesible en www.nocheyniebla.org.
Los dos, Cuartas y Giraldo, han recibido amenazas de muerte. El 21 de
abril en el Valle de Cauca, 12 niños afro-colombianos fueron encontrados
masacrados y doce más están todavía desaparecidos y se teme
que estén muertos. El primero de mayo, un jóven de 15
años, fue matado a tiros por la policía en Bogatá durante
una manifestacióm del Primero de Mayo. Ese mismo día, esta
escritora recibió una comunicación por correspondencia
electrónica de una amiga en Barranquilla, en la costa norte, en la que
decía que “Mientras 15 mil trabajadores de Barranquilla
desfilábamos bajo un sol espantoso y una temperarura decasi 40o. en
rechazo ala reelección de Uribe, el cierre de hospitales, la
privatización de la Universidad del Atlántico y las violaciones a
los derechos humanos se produjo otro atentado que cobro la vida de un amigo y
dejó herido de muerte a nuestro amigo y compañero de
luchas.” Añadiendo que mientras ellos esperaban en una terraza por
la manifestación, para unirse a ella, les dispararon repetidamente. Uno
murió, y el otro, miembro del Partido Comunista Colombiano, fue herido
gravemente en la cabeza. Comunistas, miembros de la Unión
Patriótica e izquierdistas son principalmente el objetivo militar de esta
caza de brujas. Al día siguiente, el 2 de mayo, la Procuradoría
estaba investigando fosas comunes al norte de Bogotá donde encontraron
los cuerpos mutilados y torturados de 40 personas. Éstos
pertenecían a miembros izquierdistas de sindicatos, asesinados por
paramilitares desde el 2000. Mientras la represión salvaje aumenta
en Colombia, así también aumenta la perseverancia y la voluntad
del pueblo para derrocarla. Sin embargo, la solidaridad internacional es
imprescindible. Ésta hará la diferencia para reducir el tiempo
hasta que se consiga la victoria del pueblo.
(Copyright 2005-2012, Workers World. Todos los derechos reservados. Permiso para reimprimir
artículos dado si se cita la fuente. Para más información
escriba a: Mundo Obrero/Workers World, 55 W. 17 St., NY, NY 10011; por e-mail:
[email protected]. WWW: http://www.workers.org)
|