Una tragedia y una victoria

Editorial WW-Mundo Obrero

Tanto la supremacía blanca como la intolerancia fanática contra las/os musulmanes y otras/os inmigrantes no son sólo deplorables. Son asesinas y deben ser combatidas. Durante las últimas semanas se ha visto tanto una tragedia como una victoria en esta lucha tan importante.

En Portland, Oregón, varios hombres blancos que llegaron a la defensa de dos mujeres musulmanas en un tren el 26 de mayo fueron apuñalados, dos de ellos hasta la muerte, por un hombre blanco que gritaba palabras de odio anti-musulmán. No cabe duda de que este comportamiento violento y vicioso ha sido estimulado y reforzado por el racista de la Casa Blanca.

Pero también demuestra que hay muchas personas valientes en este país dispuestas a oponerse a la ofensiva racista que Trump y sus compañeros de la clase dominante han desatado deliberadamente para desviar la atención de su criminal desmantelamiento de la red de seguridad social en la que millones confían, por inadecuada que sea.

En el mismo período, una victoria histórica del pueblo contra la supremacía blanca fue ganada el 19 de mayo en Nueva Orleans.

Ese día, la estatua del general confederado Robert E. Lee fue sacada de su pedestal y llevada a un lugar desconocido. Lee fue el comandante en jefe de los ejércitos de los “Estados Confederados de Estados Unidos”, secesionistas y esclavistas del siglo XIX. Su estatua fue el último de cuatro prominentes monumentos de los ECEU que fueron removidos recientemente en Nueva Orleans.

Durante las últimas seis décadas, activistas anti-racistas y por los derechos civiles han luchado por la eliminación de estos símbolos racistas. La última lucha, dirigida por Take ‘Em Down NOLA, comenzó en el 2015.

Esto coincidió con una ola de acciones contra las banderas y los monumentos confederados provocados por el asesinato masivo de feligreses negros en una iglesia de Charleston, Carolina del Sur, por el blanco supremacista Dylann Roof el 17 de junio de 2015. Diez días más tarde, la activista Bree Newsome escaló heroicamente el asta en el capitolio estatal de Columbia, y físicamente eliminó la bandera confederada.

Larga historia de racismo y lucha en Nueva Orleans

Las/os activistas de NOLA contra las estatuas confederadas, poseían determinación similar mientras persistían con marchas y mítines para retirar estos símbolos mientras las autoridades de la ciudad y del estado permitían que racistas, neofascistas y miembros del Ku Klux Klan acamparan por semanas para “custodiar” los monumentos.

Los racistas parecían dispuestos a disparar a la gente para mantener en su lugar algo más que los monumentos que se avecinaban, algo más que una versión mentirosa de la historia que deliberadamente no recuerda que Nueva Orleáns fue una vez el mayor mercado de los Estados Unidos para la venta de personas africanas esclavizadas.

Lo que estos derechistas quieren preservar es el sistema de racismo y opresión económica que los monumentos siguen representando.
¿Podemos olvidar el tratamiento asesino de las personas negras en Nueva Orleans durante y después del desastre del huracán Katrina? El racismo institucionalizado tiene una larga historia.

Después de la abolición de la esclavitud y del fin de la Guerra Civil, y durante la época de la Reconstrucción, los poderes económicos se esforzaron por negar la libertad legal y económica a los afrodescendientes en los EUA. Una táctica fue la infame sentencia Plessy v. Ferguson, de 1896, de la Corte Suprema de EUA que dio el visto bueno a las leyes racistas de “Jim Crow” separadas-y-desiguales. El caso fue traído originalmente por Homer Plessy, un hombre de color libre arrestado y condenado después de desafiar la segregación al sentarse en un vagón para blancos  en un ferrocarril de Nueva Orleans.

Es significativo que la primera estatua confederada arrancada en Nueva Orleans celebraba la Batalla de Liberty Place, cuando una insurrección en 1874 por una organización racista paramilitar trató de derrocar al gobierno estatal birracial de Luisiana elegido por negros libres y blancos aliados.

No es casualidad que en la actualidad haya una mayor organización por elementos fascistas y neonazis de derecha, algunos de ellos en defensa de banderas y monumentos confederados. Estas tácticas tienen por objeto impedir la solidaridad de las/os trabajadores mediante la creación de divisiones por nacionalidad, religión, trabajo, y otras diferencias.

Este aumento en la reacción terrorista se produce en un momento en que las/os trabajadores y oprimidos se están levantando mientras las corporaciones cortan puestos de trabajo en busca de mayores ganancias y la administración Trump intenta destrozar la red de seguridad social con el fin de financiar la máquina de guerra imperialista. Una vez más, las grandes empresas necesitan en el terreno las amenazas estilo KKK contra los avances progresistas.

Pero tenemos que recordar que los “líderes” con mentalidad klan también están en trajes, uniformes y túnicas judiciales. Están presentes en las salas de juntas corporativas, legislaturas, tribunales y fuerzas policiales.

Las directivas y leyes que prohíben la remoción de los monumentos de ECEU han sido aprobadas por el gobernador de Alabama y la legislatura de Carolina del Norte. A nivel nacional, la racista administración Trump ataca a los pueblos y trabajadoras/es oprimidos, intentando hacer retroceder sus logros de décadas.

No estamos en una lucha por los “símbolos”. Estamos en una lucha por la justicia y la libertad que se ha librado en esta tierra desde que los primeros “conquistadores” europeos invadieron el hogar de los pueblos indígenas y procedieron a enriquecer la clase dominante europea mediante el genocidio, la esclavitud y la opresión.

Nueva Orleans nos ofrece otra historia, si aprendemos. La rebelión más grande de esclavos en EUA ocurrió allí en 1811, conducida por Charles Deslondes. Llamada la Rebelión de la Costa Alemana, fue llevada a cabo por un ejército heroico de más de 200 personas luchando con azadas, hachas y cuchillos de caña por su libertad – física, jurídica y económica.

A medida que las estatuas caen, Nueva Orleans nos ofrece la lección de resistencia continua – y el ejemplo de la victoria.

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