Detrás de la selección de un nuevo Papa

Hay muchas religiones en los Estados Unidos y también un gran número de personas que no profesan religión alguna.

Los esfuerzos de la Iglesia Católica para negar a sus miembros el derecho al control de la natalidad, al divorcio y al aborto, han llevado a muchos/as a abandonar su rebaño. La insistencia de la jerarquía de que las mujeres no puedan ser sacerdotes y su oposición al matrimonio del mismo sexo ha dividido las propias filas de la iglesia.

El persistente clamor por la justicia y la reparación por los sufrimientos de aquellos que fueron abusados sexualmente por sacerdotes, ha añadido más a la disminución en las cifras de feligreses y de sus ingresos.

El protestantismo y el catolicismo

En este país, el catolicismo a nivel nacional ha sido una religión minoritaria. El establecimiento gobernante se ganó el apodo de “WASP” (las siglas en inglés para protestantes, anglosajones y blancos), porque los que primero se establecieron aquí, en tierras robadas a los/as indígenas, llegaron en su mayoría de países europeos del norte donde la naciente clase capitalista estaba en rebelión contra la iglesia católica.

Fue sólo después de la industrialización que más católicos/as, en su mayoría de la clase obrera y de la Europa meridional y oriental, emigró a Estados Unidos. Y a menudo enfrentaban discriminación y hostilidad.

Sin embargo esta larga historia de una clase gobernante dominada por los WASP— se consideró un gran avance cuando Kennedy se convirtió en el primer (y último) Presidente católico de Estados Unidos— no ha detenido a los medios de difusión corporativos de tratar la selección del nuevo Papa con tanta admiración que llega al servilismo.

La reverencia pública para la jerarquía de la iglesia católica, independientemente de las opiniones privadas de gran parte de la clase gobernante, especialmente ha saturado los medios de comunicación de Estados Unidos desde que en 1978 fue elegido Juan Pablo II. Este “Papa polaco” fue idolatrado, especialmente por su papel en ayudar a derribar a los regímenes socialistas de la Europa Oriental aliados a la Unión Soviética.

El recién elegido Papa, antes cardenal Jorge Mario Bergoglio de Buenos Aires, ha adoptado el nombre de Papa Francisco. Está siendo elogiado como “humilde”, “simple”, “un hombre del pueblo”. Estas etiquetas son difíciles de conciliar con los adornos sedosos, dorados y enjoyados con los que se les imparte a los cardenales católicos, conocidos oficialmente como “príncipes de la iglesia.”

Como Juan Pablo, Francisco tiene un papel político que se ajusta a la estrategia de los bancos transnacionales y las corporaciones de Estados Unidos. A él se le denomina “conservador” en asuntos de la iglesia, lo que significa que se niega a entretener incluso la más mínima desviación de las posiciones tradicionales de la iglesia sobre el matrimonio (ninguno para los sacerdotes, monjas o parejas del mismo sexo), la reproducción y otras cuestiones sociales/personales. Esto está en desacuerdo con las opiniones de muchos/as en la iglesia y, por supuesto, aún más fuera de la iglesia.

Pero su más profundo conservadurismo se refiere al papel que desempeñó en la Argentina, algo con lo que todavía se está lidiando por los horrores cometidos en la década de los años 70 bajo la dictadura militar fascista.

Bergoglio y los generales

Unas 30.000 personas, en su mayoría jóvenes progresistas tratando de conducir a su país hacia la izquierda, fueron asesinadas durante esta “guerra sucia” y no declarada de los generales. Argentina es un país católico y el papel de la iglesia durante ese tiempo ha sido objeto de fuertes críticas. Bergoglio era entonces una figura importante en la jerarquía, el superior Provincial de los jesuitas para toda la Argentina.

Horacio Verbitsky es un destacado periodista argentino, activista de derechos humanos y director del Centro de Estudios Legales y Sociales. Fue entrevistado en el programa de radio “Democracy Now” el 14 de marzo sobre la conexión durante ese período de Bergoglio, con el secuestro por los militares de dos sacerdotes, quienes fueron detenidos por seis meses y torturados. Según Verbitsky, Bergoglio “fue acusado por dos sacerdotes jesuitas de haberlos entregado a las fuerzas armadas”.

Los generales habían pedido a los jesuitas que detuvieran su trabajo social, y cuando se negaron, dijo Verbitsky que Bergoglio “dejó de protegerles y le hizo saber al ejército que no estaban ya bajo la protección de la compañía de los jesuitas y fueron secuestrados”.

Durante ese período, la iglesia latinoamericana estaba cerca de una escisión entre reaccionarios como Bergoglio y aquellos que abogaban por la “teología de la liberación,” que apoyaba las luchas de las masas contra los terratenientes y capitalistas en países represivos como El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Chile y Colombia.

Washington, la Operación Cóndor y el papel de obispos estadounidenses

El gobierno estadounidense estaba sólidamente en pro de las clases dominantes. En 1973, como parte de la Operación Cóndor, conspiró con el general Augusto Pinochet en Chile para destruir al gobierno progresista de la Coalición de la Unidad Popular del presidente Salvador Allende y masacrar a la izquierda.

La Operación Cóndor no se limitaba a Chile. Justo ahora en Argentina, 25 ex funcionarios de la dictadura militar del general Jorge Rafael Videla, que ahora está cumpliendo una cadena perpetua, enfrentan juicio por los crímenes cometidos cuando aplicaron la Operación Cóndor en ese país. Las salas se llenan cada día con personas de la tercera edad sobrevivientes de ese terrible período.

No ha habido todavía ningún reportaje en los medios corporativos sobre el papel desempeñado por los obispos estadounidenses en el cónclave secreto que eligió a Bergoglio. Manchados por el escándalo de abuso sexual, ellos han mantenido un perfil bajo. Pero como líderes de la parte más adinerada de la iglesia después del Vaticano y su banco, ellos tenían una gran influencia en la decisión que resultó.

Hay que recordar que el 28 de agosto de 1978, en un momento cuando el escándalo financiero plagaba al Banco del Vaticano, el cardenal Albano Lucio, un italiano, fue elegido como Papa Juan Pablo I. Él murió muy inesperadamente apenas 33 días después. Un segundo cónclave se llevó a cabo en el que el cardenal Karol Wojtyla — el escogido de Washington sin duda, fue electo Papa Juan Pablo II. Todos los contrarrevolucionarios en Europa del Este estaban muy regocijados.

Así que la elección de un cardenal argentino como Bergoglio provoca escalofríos a muchos/as en América Latina que han estado luchando por la justicia social. Ellos/as han dirigido sus miradas a los progresistas valientes como Hugo Chávez de Venezuela, un laico católico — para frustrar la contrarrevolución planificada por Washington y sus cómplices entre las élites. Algunos/as esperaban tener a la iglesia de su lado, o al menos neutral, pero eso se ve cada vez más imposible.

También en la política interna de Estados Unidos, puede esperarse que Bergoglio ejerza presión desde la derecha, especialmente en la creciente población latina, que se ha organizado fuertemente para exigir los derechos negados a millones de inmigrantes indocumentados/as.

Para todas las mujeres, el nombramiento de este conservador social sólo profundiza la necesidad de luchar contra la retención del patriarcado como una característica innata de la sociedad capitalista, ya sea que aquellos que explotan a las mujeres hagan su trabajo sucio en las lujosas salas de las juntas corporativas de empresas como Walmart, o merodeen en los vestíbulos de las catedrales.

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